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En cuanto alguien enciende la televisión, me retiro y leo un buen tebeo".

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jueves, 28 de abril de 2011

La espectacularidad gráfica de Tsutomu Nihei


No recuerdo bien cómo fue mi contacto con la obra de Nihei. Creo que llevaba tiempo viendo varios tomos de Blame! en el estante de alguna tienda cuando me animé a echarles una ojeada. La primera impresión que me produjo fue la de cierto rechazo visual: excesiva trama, mucho negro y blanco, y un dibujo demasiado expresionista, en ocasiones inacabado, como abocetado. En cualquier caso, movido por ese humano optimismo que nos da tener un billete calentito en el bolsillo, decidí comprar el primer número -se habían publicado unos seis o siete- de aquella subtitulada "misión en el Cyberlaberinto".
Aquello me sonaba a la estético de la impresionante Matrix -a la que debe algo argumentalmente-, así como a la impresionable Hell Raiser, en la referencia a un inframundo habitado por seres malos malotes vestidos de cuero. Mucho de cyberpunk, al que ya habíamos tenido acceso en el cómic a través de Masamune Shirow o la magistral Alita, ángel de combate de Yukito Kishiro. Algo de la estética gótica punkera de Marilyn Manson, gore y mala sangre, y tenemos el cocktail perfecto. Y ojo, cuando digo "cocktail perfecto" no pretendo ser irónico sino todo lo contrario: me rindo ante la magistral obra de Nihei.
Indagando en el tema de su obra, encontré una buena opinión en un blog, que dejo por ahí al lado para que le echéis un vistazo, en la que se considera el trabajo de Nihei dentro del arte conceptual. No pretendo ponerme finolis, y para ello remito a la mencionada opinión -bastante buena, por cierto-. Ciertamente, y al margen de la parte argumental y gráfica, la obra de Nihei -me refiero sobre todo a Blame! y Noise, aunque también a Biomega, que ahora estoy leyendo- es un compendio de conceptos e ideas. Es casi como la música psicodélica de los 60, a lo Frank Zappa, Gong y otros grupos, para cuyo disfrute hace falta algo más que un tocadiscos, casette, disckman o MP3. Ya me entendéis.
He leído en varios foros que Blame! no tiene final, que sí lo tiene, que no se entiende, que sí se entiende, que yo lo entiendo pero no lo sé explicar, que aunque lo trate de explicar ni yo lo entiendo, que todo es un sueño como en Los Serrano, que la vida es sueño y los sueños, sueños son, etc.
Para entender bien Blame! hay que leerse primero Noise, publicada posteriormente, a modo de precuela, para darle lógica a una narración redonda, de esas que cuando acabas te preguntas, ¿pero cómo he podido parir yo esto? Vamos, a modo del Silmarillion de Tolkien, que he tratado de leer en tres o cuatro ocasiones y, chico, no puedo acabarlo nunca.
Una vez más, no voy a desentrañar la historia. No trato aquí de hacer una sinopsis sino de animar al personal a que se compre la obra de Nihei.
Cuando uno lee Blame!, al menos esa es mi impresión, da la sensación de que la historia se va escribiendo al ritmo que avanza. Quiero decir que el personaje principal empieza siendo algo diferente de lo que termina siendo. Resulta que esta obra propone un viejo recurso: el viaje del héroe, a lo Ulises, Eneas o Jasón. Es un viaje de búsqueda, más que de destrucción, diferente por lo tanto al de El Señor de los Anillos. El prota, Killy, empieza siendo una especia de buscador de material genético, de genes de antes de la epidema, algo muy del gusto de Nihei, que propaga virus en todas sus obras. Aquí no se trata de zombies, a lo 28 días después o a lo Resident Evil, ni tampoco de mutantes, del tipo El último hombre vivo, o seres humanoides encabronados, como en Soy leyenda (por cierto que estas dos películas son argumentalmente casi idénticas), sino de seres transformados a partir de un virus, con componentes cybernéticas -en Noise se nos cuenta que por mediación de un ritual casi satánico orquestado por una hermandad que ha conseguido "crear el caos en la red"- y evolución humanoide a partir de la base del Silicio. Algunos androides se asemejan a los de Yo robot, sin que quiera con esto insinuar qué fue antes, si el huevo o la gallina. A medida que la búsqueda de Killy avanza, crece su complejidad como personaje y, con ello, la complejidad del argumento. El viaje de Killy es un ascenso por una megaciudad de dimensiones titátinas, a lo largo del cual irá enfrentándose con seres diversos, algunos -los más- pertenecientes a la Oficina Gubernamental, grupos de supervivientes e incluso razas semihumanas, por no hablar de seres de aspecto cybernético de lo más variado. Vamos, una ensalada de personajes para todos los gustos. Arriba de todo, a muchos niveles de altura, tantos que si uno se lanza al vacío palma de viejo, se encuentra, cual pirámide de la iluminación, la Verdad, no se sí la Absoluta, que dudo que exista, pero sí una relativa que ayuda a comprende de qué va todo esto.
En el tomo segundo, para deleite de todos, aparece Shibo, ingeniera que ayudará a Killy en su ascenso hacia la Verdad y una jovencita llamada Sanakan que dará mucho juego. A partir de ahí, la historia cobra otro ritmo, mucho más definido y dirigido hacia el fin que, en fin, resulta complicado de explicar y de entender.
A mi lo que me gusta de la obra de Nihei, interpretaciones al margen, es el apartado gráfico, que considero espectacular. Es cierto que sus obras resultan un tanto monótonas en cuanto al argumento o a la idea que rige la narración pero nadie puede negar que Nihei ha creado un universo personalísimo que está en todo su derecho de explotar hasta que le apetezca. Su versión en cuatro tomos de Wolverine, el mejor de los X Men, o Biomega, insisten en el mundo devastado y tecnológico que creara en Blame!, donde la seña de identidad la marcan la descomunal presencia de las megaestructuras que dominan todo el entorno y la tecnología, todo ello a base de tintas, tramas y aguadas, así algo de color en algunas páginas.
Lamento que la edición de Blame! y Noise haya sido en formato tan reducido. Ello desprovee de impacto visual a las páginas que, aunque reducidas, resultan espectaculares. Pasearse por ellas es un deleite para los ojos. Nihei es un maestro de la imagen y mediante tintas y tramas construye escenas y escenarios imposibles de un gran impacto, alternando acción, ruidos y disparos de su pistola (Blam!), lanzador de partículas gravitacionales, y silencios, que a veces se hacen eternos. Sus planos generales, picados, contrapicados, primeros planos, etc., son formidables. Las escenas de lucha resultan a mi gusto excesivas y demasiado dinámicas, tanto que en ocasiones no se aprecia bien qué está pasando, pero en cambio conceden a la narración un ritmo frenético, en el que casi es imposible coger aire.
Las referencias visuales son muchas. Nihei tiene una gran cultura visual y por sus páginas se pasean referencias a los mencionados Matrix, Hell Raiser, pero también al mundo antiguo, a la Edad Media, todo ello salpimentado por una estética goticista de gran atractivo.
Me quedo con la secuencia final, tan magistral como incomprensible, llena de lirismo y paz, como aquella que sigue a la tormenta. Cuando uno termina de leer Blame!, no sabe muy bien si despierta de un sueño o si sigue inmerso en él.
Si os da pereza enfrentaros a los 10 tomos de la obra, empezar por Noise, que para mí es una pequeña joya del cómic. Además, ofrece en primicia una historia protagonizada por Killy, titulada también Blame, con la que Nihei logró el premio especial del jurado en el concurso de verano "Premio Cuatro Estaciones", de 1995. En Noise se condensa, en un solo tomo, todo su universo creativo, y encima su final es comprensible, aunque resulta incomprensible que un mundo, en apariencia civilizado, haya llegado a semejante final. Bueno, o quizá no.