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En cuanto alguien enciende la televisión, me retiro y leo un buen tebeo".

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miércoles, 7 de septiembre de 2011

Torpedo y los violentos años 20


Hay un tipo de cine que con justicia se llama "negro", no tanto por estar rodado en blanco y negro, lo cual no es imprescindible -ahí queda el ejemplo de L.A. Confidential-, sino más bien por el alma negra -entiéndase, sucia- de sus protagonistas-, puesto que existe otra "alma negra", maravillosa, presente en el soul, el jazz, el blues y en muchas otras cosas.
El cine negro al que me refiero es el de Los violentos años veinte (1939), de Raoul Walsh, o El halcón maltés (1941), de John Huston. En estas películas, con Humphrey Bogart como paradigma del tío duro, no hay lugar para las medias tintas. O comes, o te comen, y sálvese quien pueda. Es un ecosistema de supervivencia en el que el débil o el incauto terminan sus días con una losa atada a los pies sirviendo de alimento a los peces.
El cómic, como no puede ser de otro modo, también tiene sus ejemplos, su "cómic negro". El Spirit de Will Eisner se me antoja uno de los mejores; Terry y los piratas, de Milton Caniff, también anda por ahí, y un largo etcétera que llega hasta el Sin City de Frank Miller, o el V de Vendetta de Alan Moore y David Lloyd.
Una de las principales características de todos estos autores es su capacidad de trabajo con las tintas, con las que construyen una atmósfera asfixiante, necesaria en el género. Y si se habla de destreza y pericia en el uso de la tinta, dentro del género, hay que hablar necesariamente de uno de los grandes, Torpedo, de Bernet y Abulí.
El personaje, Luca Torelli, nació como tal en 1981, de la mano del mencionado Abulí y el dibujante Alex Toth, publicándose su primera historia en la revista Creepy, si bien la unión sólo duró dos números, siendo reemplazado Toth por Jordi Bernet, cuya primera historia dibujada fue la titulada "De perro a perro". "Torpedo" es sinónimo en la jerga gagsteril de "asesino a sueldo" y eso es a lo que se dedica el tal Torelli, en compañía de su fiel compañero -no sé si amigo- Rascal, teniendo como escenario los oscuros ambientes newyorkinos y aledaños. El contexto temporal es el de la Ley Seca, la Gran Depresión y, por extensión, ese en el que el máximo afán humano es el aprovecharse de las desgracias ajenas para hacer negocios. En las historias de Torpedo no se salva ni el tato, empezando por los personajes protagonistas. Quiero decir que todos resultan de lo más censurable desde el punto de vista ético, cristiano, romano y apostólico. Políticos y polis corruptos, chulos, puteros, prostitutas, traficantes, matones, chivatos, truhanes, y demás fauna nocturna y alevósica infectan las páginas de Bernet y Abulí.
Debo reconocer que distingo tres elementos en sus historias. El primero es el argumento, entretenido, bien planteado, quizá a veces algo simple, como excusa para el deleite humorístico y carnal de los personajes. Ni que decir tiene que en un mundo depravado como ese, hay carne y sexo por doquier, a todas horas, en cualquier situación y muchas veces porque sí, lo cual, dicho sea de paso, no está nada mal. Vamos, sólo falta que Clara de noche se pasee por alguna de las páginas y nos deleite con un ménage à troi con Torpedo y Rascal. El otro elemento es el dibujo, para mí espectacular. E incluyo aquí desde la disposición de las viñetas en la página -cosa del guión, sin duda-, el ritmo narrativo -ídem de ídem-, hasta la resolución de cada una de esas joyitas enmarcadas y que, en suma, constituyen las imágenes de la historia. Bernet es uno de los mejores dibujantes que he tenido el placer de ver en cuanto a capacidad creativa. Si uno se detiene en las viñetas, en la variedad de encuadres, en los matices, en la magnífica ambientación de calles, escenarios, vehículos, trajes, y demás atrezzo, disfrutará enormemente del arte de dibujar cómics. Luego está esa capacidad magnífica para el claroscuro, para el efecto cinematográfico blanquinegro, que termina de configurar un ambiente verosímil. El último elemento es el diálogo, el aspecto textual de las historias donde, perdóneme el señor Abulí, a veces encuentro un exceso. Torpedo, pese a la seriedad de las situaciones y de los argumentos, no deja de ser un cómic de humor; un humor no disimulado por sus autores. Pero se trata de un humor de dos tipos: de situación, que sí funciona, y de diálogo, basado éste en los juegos de palabras que, como tales, a veces funcionan y a veces no. Es como el amigo graciosillo que siempre sale con algún juego fácil de palabras. La primera vez te ríes, la segunda sonríes..., a la tercera, lloras.
Conste que esto no es más que una opinión y que con ello no pretendo quitar mérito al trabajo como guionista de Abulí, al que reverencio en sus Historias Negras en las que, dejado el humor de lado, asesta un certero puñetazo en el estómago al lector a través de la ironía, el dilema y la sorpresa argumental.
De Bernet he leído alguna cosa más. Una historia titulada "A sangre fría", con guión de Segura, y el tomo Custer, editado en 1987 por Toutain, con guión de Carlos Trillo, cruel historia en la que la vida de una justiciera es televisada para deleite y morbo de los espectadores.
Sin duda, el sadismo de Torpedo... o mejor de Jordi Bernet -me refiero al sadismo en sus historias, claro está- tiene un precedente familiar en su padre, Miquel Bernet, o mejor aún, en alguno de sus personajes, en particular Doña Urraca, si se me permite la expresión, una hija de la gran puta que, con la excusa del humor, hacía y deshacía entuertos a su antojo. La censura, muy digna ella, metió tijera por doquier limitando sus andanzas y, en pro de la cultura y de la decencia pública, ayudó a desculturizar a la población. Jordi Bernet dibujo algún tiempo las aventuras de la tipa, que en una de sus historias, por ejemplo, se dedicaba a incendiar bosques por mero afán deleitativo. Eso cuando no se liaba a guantazos con alguien o, directamente, lo defenestraba en alguna de las múltiples y sádicas modalidades. Con estos antecedentes, se explican algunas cosas de la conducta del sicario italiano, y es que, como leí en un lugar, de tal Urraca, tal Torpedo.

Ahí dejo una página de la historia "Un salario de miedo", creo que representativa de todo lo dicho.