Búsqueda

"La televisión ha hecho maravillas por mi cultura.
En cuanto alguien enciende la televisión, me retiro y leo un buen tebeo".

(Groucho Marx, de niño)


Iruña Sumergida (Hurrikrane) Me interesa un ejemplar

Sacamantecas (Altu y Hurrikrane) Me interesa un ejemplar

lunes, 14 de noviembre de 2011

Azpiri, entre los sueños y el erotismo

Bueno, aquí estamos de nuevo, y eso es bueno ya que hemos sobrevivido al cataclismo del 11 de noviembre de 2011, fecha que para muchos suponía el fin de esto que llamamos mundo. Así, porque sí. Sintámonos, pues, aliviados, una vez más.
Yendo a lo que nos interesa de verdad, hoy voy a hablar de uno de los creadores españoles más importantes, y no es que lo diga yo, y uno de los que más me han gustado desde siempre. Me refiero Alfonso Azpiri o, lo que es lo mismo, el deleite gráfico en eso que llamamos tebeos. La primera vez que me topé con su obra fue a través de un suplemento dominical, creo que de El País, en el que se incluía un fragmento de una historia en la que un niño con gafas en compañía de un monstruo y una muchacha, creo que rubia -este dato no es seguro- se sumergían en una especie de galerías subterráneas en busca de algo o en persecución de alguien. Aquellas viñetas me impactaron por su dibujo pero, sobre todo, por su color. Algún tiempo después me enteré de que la historia en cuestión era la de un tal Mot, un ser colosal del tipo "monstruo del armario", que, no sabemos muy bien porque azar del destino, se dedicaba a liar la vida del pobre Leo, un muchacho un poco pan sin sal que, duele reconocerlo, me recuerda mucho a mí de joven.
Mot es sencillamente una delicia. Reconozco que las historias que se narran a veces son un poco ingenuas, pero lo mejor de ellas son las situaciones y las salidas de madre del enorme bicho que, sin duda, es genial. De las que se han publicado, creo que un todal de cinco o seis, yo he leído las tres primeras -Mot, Mot y el coleccionista y Mot y el castillo maldito-. Tengo que hacerme con las otras, si la economía lo permite, claro. Son historias divertidas, para pasar el rato, sin pretensiones, aunque gráficamente espectaculares, que se idearon como suplementos dominicales para El País, dirigidas a un público juvenil, de ahí los argumentos y la falta de condimentos erótico-festivos tan habituales en la obra de Azpiri. Los guiones son de Nacho, a quien debe reconocerse el mérito de la criatura, aunque el peso del aparato gráfico se come el argumento. En cualquier caso, el tándem Azpiri-Nacho funcionó a la perfección en estas aventuras que el recuerdo hace tan entrañables.
He aludido al elemento erótico-festivo en la obra de Azpiri ya que es uno de los pilares de su obra. Y si se habla de esto hay que referirse a la rubiaza por excelencia del cómic, al cuerpazo jamonero, el pivón de los pivones, así, con todo lo soez que suenan los comentarios, porque creo que decir que Lorna es mona es decir poco. De hecho, si me oyera decirlo me miraría con cierto desdén como diciéndome: "anda mono, dime algo más picante, que seguro que tú puedes".
La Lorna actual, la de las últimas aventuras, no se parece en nada a aquella nacida hace décadas del dúo Azpiri-Cidoncha. La actual es más seria, más introspectiva incluso. De sus aventuras más recientes (o quizá no tanto) me quedo con la espectacular Leviatán , remake futurista del clásico de Melville, Moby Dick, en la que la prota debe rescatar a sus dos fieles y metálicos compañeros -A.D.L. y Arnold- que han sido secuestrados por los cazadores de Dikmos, colosales mónstruos marinos, únicos habitantes del planeta Aguatdat, de los que se extrae el preciado ámbar rosado. Aquella otra Lorna, la de Cidoncha, que se comenzó a publicar en Cimoc desde 1981, era una cachonda que entre aventura y aventura se dedicaba a retozar con todo bicho viviente, incluido su fiel amigo metálico. El elemento sexual, y esta es sólo una opinión, restaba dramatismo a algunas de las historias, pero, lo cierto es que éstas no eran sino una excusa para desnudar a la joven rubia viñeta sí y viñeta también. No me quejo de ello, porque yo como tantos otros hemos disfrutado de este destape, pero reconozco que la Lorna actual me gusta más. Con todo, siempre he visto en este personaje una referencia a la Barbarella, de J.C. Forest, una muchacha algo más sutil, aunque espectacular igualmente. No en vano se comenta que la inspira Brigitte Bardot, ahí es ná.
Del dúo Azpiri-Cidoncha es uno de los cómic más interesantes que he leído últimamente, perteneciente al género de "espada y brujería", en la línea de un Conan, sin llegar a la calidad argumental de un Haxtur, pero sin duda interesante. Me refiero a Zephyd, de 1980, del que hablaré en otra entrada. Quede aquí la referencia y mi recomendación más sincera para su lectura.
El elemento sexual es un ingrediente imprescindible en la obra de Azpiri, a veces introducido de manera machachona, pero es cierto que el trabajo de guión ha mejorado mucho y que algunas historias han conseguido construirse sólidamente, resultando ser un elemento más en el conjunto total de la obra. Una de las más interesantes en este sentido es el tomo Reflejos, con guión de De Blas, en el que somos sumergidos en un viaje en el tiempo, a través de cuatro historias que tienen como nexo común un espejo maldito que "despierta con la visión de la sangre". Marco Polo, Leonardo Da Vinci, Álvaro de Roa, capitán español en el Perú colonial, y Elma, una joven que asiste una excavación arqueológica en Arabia a principios del siglo XX, serán, muy a su pesar, testigos de esta maldición.
Este elemento de horror o tragedia ya había sido explorado por Azpiri años antes en el interesante tomo Pesadillas, de la editorial Toutain, en el que se presentan siete historias cortas que ahondan con inteligencia en los vicios, fobias, ambiciones y temores del ser humano.
El aparato gráfico es uno de los fuertes innegables de Azpiri. Prueba de ello es su carrera como ilustrador e incluso diseñador, faceta esta que pudimos ver en El caballero del dragón (Fernando Colomo, 1982), película que recuerdo vagamente y que tendría que volver a ver para opinar sobre ella, o su amplia labor como dibujante de portadas de videojuegos y carteles varios. Su dibujo es exquisito, ágil, lleno de matices, no excesivamente complicado sino inteligente en el uso del medio. La "complicación", el matiz diferencial, lo que hace su trabajo espectacular son los encuadres, la manera de trabajar las páginas y, muy especialmente, el color a la acuarela, simplemente espectacular. Con justicia debe ser reconocido -si es que no lo es ya- como un artista de la acuarela capaz de reproducir con ella todos los ambientes imaginables, siempre con precisión y sin excesos innecesarios. También ha incluido en algunos de sus trabajos técnicas mixtas que potencian la efectividad de la obra, produciendo planchas memorables.
Se nota que me gusta la obra de Azpiri. Se nota que disfruto con ella. Siempre es un placer abrir uno de sus tomos y dedicarse a su lectura o simple visionado. Si la belleza nos embarga, es lógico que nos embargue la obra de Azpiri... Eso por no hablar de Lorna, pero esa es otra historia.
Arriba dejo una página con la entrada en escena de Mot, así, sin avisar siquiera y metiendole al pobre Leo un susto de muerte. Es que hay veces en las que es mejor informar de la llegada, aunque sea sólo para poner a enfriar unas cervezas.