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"La televisión ha hecho maravillas por mi cultura.
En cuanto alguien enciende la televisión, me retiro y leo un buen tebeo".

(Groucho Marx, de niño)


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jueves, 24 de febrero de 2011

De nuevo, los mangas


Dicen que la cabra siempre tira pal monte, que quien tuvo retuvo y que donde hubo seguirá habiendo. Yo no sé si estó será o no será, pero lo cierto es que llegué a un momento de mi vida en el que el cuerpo me pedía de nuevo manga. Y como el cuerpo de uno es soberano, tuve que darle lo que pedía, que si no luego se resiente y no rinde lo que debe. Pero claro, tras las lecturas de los últimos tiempos, todas ellas edificantes, el filtro de mi gusto se había vuelto de un esquisito cercano al esnobismo, así que no me valía ya cualquier cosa. Y es que cuando uno lee a Pratt, ya nada vuelve a ser lo mismo.
Así que mi reencuentro con el manga se realizó a través de obras seleccionadas, con más de una recomendación, alguna que otra decepción pero, en general, nuevas y enriquecedoras sensaciones.
El tiempo de los formatos grandes pasó, dando paso a ediciones tipo book en las que el sacrificio de la vista se veía compensado con el deleite que produce el disfrutar de historias completas y no de la caridad de las editoriales que anteriormente nos habían dejado con la miel en los labios en más de una ocasión. Así, ahora era el momento de series largas tipo Bastard (Kazushi Agiwara), o de dichosos reencuentros como el de El puño de la estrella del Norte (del dúo Buronson/ Hara)-por cierto que hace poco volví a ver Mad Max- o Alita (Kishiro).
En esta época, y hablaré de estos títulos con más detenimiento en nuevas entradas, me decanté por ampliar el abanico de opciones seleccionando géneros diversos, autores variados e historias de múltiple índole.
Una de las que más me gustó fue Nausicaä del valle del viento, de Miyazaki por quien siento verdadera debilidad desde los tiempos de Sherlock Holmes, la la la la la la lá, y al que he seguido a través de sus películas de animación -Laputa, Mi vecino Totoro, etc.- donde destaco La princesa Mononoke y el maravilloso cuento de El viaje de Chihiro. Miyazaki, pese a la apariencia ingenua de sus dibujos, es un gran dibujante y sus guiones, lejos de ser vacuos, son en ocasiones de una gran profundidad.
Un momento especialmente dichoso fue la publicación de El lobo solitario y su cachorro, sin duda, una de las mejores obras que he tenido el placer de leer en mi vida. El tandem Koike-Kojima está que se sale y no concibo al uno sin el otro. La historia del ronin Ogami, que empieza un tanto desordenada -más bien como la de un simple sicario- cobra enseguida fuerza argumental y nos adentra en un universo teñido de conspiraciones, violencia, sexo, pero también de una profunda humanidad. La lucha de un hombre y de su hijo por alcanzar una meta casi imposible le da a uno que pensar acerca del conformismo de la sociedad actual. No quiero decir que tengamos que salir a la calle con una katana al cinto, pero el ejemplo de Ogami no creo que deje indiferente a nadie.
Otra obra que me parece fundamental para todo buen amante del manga es Blame, de Tsutomu Nihei, que se enmarca en una corriente conceptual para cuyo entendimiento hacen falta varias reposadas lecturas y algo de ayuda, digamos, metafísica. No voy a entrar aquí a desentrañar la historia, que queda para otro día -o al menos lo que yo he entendido-, sino a reivindicar a un genio del cómic, a un creador formidable que ha hecho de las megaestructuras y de la inmensidad de la arquitectura una seña de identidad. Sus dibujos y escenas son, sencillamente, espectaculares, aunque a veces el ritmo de sus secuencias sea demasiado frenético. Aunque teniendo en cuenta en los mundos en los que se mueven sus personajes, plagados de seres mutantes, como para no correr. Nihei ha parido también otros títulos como Noise (precuela de Blame), o Biomega, que estoy leyendo en la actualidad. También a dado vida a Lobezno en una historia más interesante por lo gráfico que por lo argumental. Y es que Nihei peca en exceso de un universo creativo que, aunque inconmensurable, termina limitándose bastante. En cualquier caso, estamos hablando de un genio del papel, y eso es incuestionable.
Reconozco que al principio me mostraba reacio a leer a Jiro Taniguchi, quizá porque sus historias se me hacían demasiado cotidianas y el cuerpo me pedía otro tipo de narraciones. Sin embargo, superado este estúpido prejuicio, encontré en él a uno de los creadores más sensibles y emotivos que he tenido el placer de conocer. Y lo hice a través de El almanaque de mi padre, quizá no su mejor obra, pero sin duda una de la más íntimas y personales. Su dibujo no es el que más me gusta, aunque resulta muy correcto y desde luego es bueno -a ver quien tiene el valor de negarlo-, pero la historia que nos ofrece posee tanta lírica y tanto sentimiento encontrado que casi a uno se le cae el moquillo en alguna ocasión. Snif, snif, es que estoy de un sentimental.
Menos mal que luego aparece Urasawa, del que ya leyera Pineapple Army, con guión de Kayuza Kudo, y pare Monster que sencillamente me parece insuperable. Hacía tiempo que no disfrutaba del placer de leer cómics de esta manera y de la necesidad de saciarme con más páginas. Tengo que reconocer que la historia del Dr. Tenma me sobrecoge. Que una buena y lógica acción de una persona -salvar una vida- tenga esas consecuencias es una ironía, o más bien, una paradoja, que pone los pelos de punta. Además, aparte del hilo general, Monster es un repertorio de personajes y de pequeñas historias biográficas de gran intensidad. Es el conjunto de la historia, su redondez, la que la hace grande.
Hablaré de todas estas historias con más detenimiento, porque sin duda lo merecen. Quede esto como un adelanto.
De los mangas antiguos aún me queda mucho por leer. Reconozco que no he leído Akira (Otomo)- por favor, no se lo digáis a nadie- que conozco tan sólo por la adaptación animada. Me pierdo mucho, sin duda, y desde luego no descarto adquirirla y leerla. Esto es como el libro que uno no se atreve a comenzar a leer, no se sabe muy bien por qué, aunque se sepa que es magnífico. Como comentario al tema, diré que hace poco proyectaron Akira en la tv, creo que en la 2, y sentí asistir horrorizado a una versión redoblada en la que las voces que yo recordaba se tornaban ahora irreales e incluso ridículas, hasta el punto de que Kaneda, que en la versión que yo conocía, la de 1988, era un gamberrete respondón y arrogante -aunque con buen fondo-, en esta nueva parece un panoli. Y este es sólo un comentario de muchos que podrían hacerse a semejante despropósito. ¡Coño, Darth Vader acojona en buena medida por la voz de Constantino Romero! Reivindico desde aquí los buenos doblajes que, quierase o no, son la mitad de la película. ¿Tengo que recordar al personal el spanish doblaje de El resplandor? Buff.
Bueno, que me lío. Termino por hoy, y para compensar la ausencia de días -de nuevo injustificada- dejo arriba una parodia de mis queridos e idolatrados Caballeros del Zodiaco. Que nadie se tome a mal esta broma, que sólo pretende ser eso. ¿Pero no os parece tentador pensar qué pasaría si los caballeros se reunieran a día de hoy en un garito y charlaran de cosas cotidianas? Anda, a ver que se cuentan.