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"La televisión ha hecho maravillas por mi cultura.
En cuanto alguien enciende la televisión, me retiro y leo un buen tebeo".

(Groucho Marx, de niño)


Iruña Sumergida (Hurrikrane) Me interesa un ejemplar

Sacamantecas (Altu y Hurrikrane) Me interesa un ejemplar

martes, 24 de julio de 2012

Un poco más de Sió

Este mes estoy que me salgo. Me ha dado fuerte, así que aprovechemos el tirón. Acabo de recibir una edición de Mes peurs (Mis miedos), de la colección Pilote, de Dargaud Editeur, aparecida en 1980. Me parece una curiosidad decir algo sobre ella ya que presenta algunas diferencias importantes respecto a la edición de esta colección de historias de Sió publicada en la revista Drácula. Yo, sirva para empezar hablando claro, me quedo con la edición española, aunque sea por capítulos. No obstante, hay que agradecer el trabajo de editar esta colección de relatos gráficos en el país vecino, que siempre nos ha llevado la delantera en esto de editar cómics. 
Para empezar, la primera diferencia es que Mes peurs apareció en Francia en blanco y negro, con lo que se pierde el sabor popero, a lo Andy Warhol, de la edición de Buru Lan. Es una pena, la verdad, ya que el color de esta edición da a las historias un aire moderno, al tiempo que, a mi parecer, contribuye a intensificar el relato. Aunque esto último pueden ser cosas mías. En cualquier caso, al prescindirse del color, el dibujo adquiere pleno protagonismo y, de este modo, se disfruta de otra manera, más intensamente que en la edición española. Los claroscuros adquieren una nueva dimensión y algunas historias resultan por ello más tenebrosas. 
La segunda diferencia sustancial es que la edición francesa suprime alguno de los relatos aparecidos en Drácula. Para más señas, los siguientes: "Eleonor", "Karen" y "Bittler Bratton". Ignoro por qué esto es así. Quizá por ahorros editoriales, pero es una pena haber prescindido de esas tres buenas pesadillas de Sió. 
Finalmente, hay que reseñar que el orden de las historias seguido en la editorial francesa no es el de la edición española. Aparte de que se suprimen los mencionados relatos, Mes peurs opta por un orden diferente. En la edición española, la sucesión es la siguiente: "Eleonor", "Krazy", "Eloisa", "Alicia", "Karen", "Bittler Bratton", "Lisita", "Minin", "Boutique", Brassière", "Nacional 141" y "Marian". Por su parte, en la edición francesa el orden es otro: "Nationale 141", "Linette", "Alice", "Boutique", "Brassière", "Minou", "Marianne", "Eloïse" y "Krazy". Esto del orden no es muy importante, la verdad, aunque si nos ponemos exquisitos, tiene su aquel, ya que en la edición española se advierte el proceso psicológico por el que atraviesa la creación de los miedos de Sió y que poco a poco se conectan con la coetánea Mara. Así, "Nacional 141" o "Lisita" (en Francia, "Linette"), son relatos estrechamente vinculados con el universo de Mara y, en la sucesión de relatos de Drácula aparecen más tarde en el tiempo que por ejemplo "Krazy", o "Eloisa", que cuentan historias aún no sometidas por el asfixiante ambiente que rodea a la psicótica joven barcelonesa. En este sentido, el orden sí que tiene una razón de ser y quizá la edición francesa debería haber cuidado un poco más este detalle. En cualquier caso, insisto en que hay que valorar positivamente el hecho de poder contar con ella. ¿Para cuando una re-edición de Mis miedos en España? Anímense señores editores, que la historia del cómic se lo agradecerá. 
Por cierto, dejo aquí dos enlaces interesantes sobre la obra de Sió:



Y también la menos trágica portada de Pilote, y ya que estamos que lo tiramos, también la contraportada.




martes, 17 de julio de 2012

Requiescat In Purple Jon Lord

Sé que este es un blog de cómics, pero uno es fan de lo que es fan, y si últimamente me ha dado por los cómics de los 60 y 70 es porque aquella época dio grandes cosas a la cultura, entre ellas un grupo de rock, pionero del heavy, Deep Purple, que parió grandes cosas durante su larga vida, entrecortada en ocasiones por las diferentes discrepancias entre los componentes del grupo. 
Ayer tuvimos la mala noticia de que Jon Lord, fundador y teclista de la formación, fallecía a los 71 años de edad a causa de un cáncer. Para mi desgracia, nunca podré verle en directo con el grupo, pero disfrutaré de sus discos y de ese sonido tan característico del ya mítico Hammond. Para mí, en especial, aquel "Child in time" de Tokio, que siempre me pone la carne de gallina. Requiescat in Purple, Jon Lord, y quédenos tu gran talento y genial ritmo. 




lunes, 16 de julio de 2012

Enric Sió: la plenitud del lenguaje del cómic (II)


Después de un parón alargado por las inevitables juergas sanfermineras que, todo hay que decirlo, este año han sido menores que los anteriores, voy a continuar ocupándome de la obra de Enric Sió. Como ya dejé dicho, siento una especial predilección por la obra de este autor catalán, prematuramente fallecido, al que el cómic español debe algunos de sus títulos imprescindibles. 
Corría el año de 1969 cuando Sió publicó Aghardi, título del que hablamos en la entrada anterior, y comenzaba a madurar la idea de una serie de historietas que serían publicadas en la revista Drácula en 1970 con el título de Mis miedos. Debo reconocer que cuando accedí a estos relatos gráficos me impresionaron mucho. Y no sólo por lo narrado, al estilo de Historias para no dormir, en plan terror psicológico, sino también por el tratamiento dado a cada página, donde Sió hacía gala de un estilo popero que ya había desarrollado años antes en Nus y en Sorang, títulos publicados en fascículos enciclopédicos en Vector 1 y Vector 2. 
Mis miedos es una obra compuesta por doce episodios que fueron publicados entre 1970 y 1971 en la revista Drácula (Buru Lan, números del 1 al 12), en los que Sió desarrolla diferentes miedos o fobias, muchas veces yendo al plano psicológico, que es donde radican los mayores temores. Las historias son las siguientes, por orden de aparición: “Eleonor”, “Krazy”, “Eloisa”, “Alicia”, “Karen”, “Bittler Bratton”, “Lisita”, “Minin”, “Boutique”, “Brassière”, “Nacional I4I”, y “Marian”. No deja de ser curioso que, en no pocas ocasiones, los miedos de Sió tengan nombre de mujer. 
Hay en estos relatos, por supuesto, interesantes guiños a los clásicos del terror como los vampiros aunque Sió  también se anticipa a otros títulos clásicos como The uncanny, estrenada en España en 1977 como Lo oculto, donde Peter Cushing, el cazavampiros por antonomasia, se vuelve tarumba creyendo que existe una conspiración oculta del mundo gatuno contra la humanidad. Hay que echarle huevos para ser tan retorcido. Aunque, todo hay que decirlo, la mayoría de las historias siguen una senda psicológica entre El ángel exterminador de Buñuel (1962) y Repulsión de Polansky (1965). 
Las historietas y paranoias de Sió no dejan de tener su punto, y leídas de noche, en la soledad del hogar, con la tenue luz de una bombilla tintineante, no dejan de tener su encanto. Sí, ya sé que lo de la “bombilla tintineante” es un recurso muy literario, pero hay ocasiones en los que recrear un ambiente no está nada mal. Vamos, que entre leer Drácula en la biblioteca del barrio o en un castillo transilvano, me quedo con lo segundo, previa degustación de una buena sopa de ajos. 
Como ya he adelantado, aparte del argumento de las historias de Sió, lo que más llama la atención de éstas es su tratamiento gráfico. No sólo porque el autor catalán continúa con su particular lenguaje sintético y el ritmo de viñetas que ya señalamos en Aghardi, sino porque introduce aquí el color. Pero no un color en plan realista, sino dejando que las tintas invadan libremente los diferentes planos, al modo del Pop Art, creando de este modo una impresión general estética que, si bien llama la atención al principio, concede a cada plancha un aspecto visual tanto impactante como atractivo. Sió hace, dicho de una manera clara, lo que le da la gana, pero lo hace bien, poniendo cada cosa en su sitio, combinando los colores aunque sin que éstos hagan perder el dibujo y la composición de las viñetas, ni los entintados. En ocasiones da la sensación de que su trabajo está marcado por los ritmos y exigencias editoriales, propias de una publicación periódica, pero lo cierto es que, bien analizados, cada capítulo es una lección de dibujo y de composición. Vuelvo a repetirlo: Sió hace lo que le da la gana, pero porque él puede hacerlo, y todo ello sin que se note ningún atisbo de capricho o de desdén en su trabajo. Me encantaría poder ver alguno de sus bocetos, disfrutar del proceso creador de cada página, ver cómo Sió va encajando las piezas del puzzle para que todo parezca tan sencillo y, a la vez tan complicado. Estas páginas de Sió me producen la misma sensación que cuando leo un buen libro o cuando admiro una obra maestra: qué sencillo parece todo y, sin embargo, qué complicado resulta hacerlo. No obstante, todo hay que decirlo, este estilo popero e innovador, se respira en toda la revista Drácula, en la que colaboraron otros dibujantes como Esteban Maroto, José María Bea, Alberto Solsona, Alfonso Font, etc. Ahí es nada. 
Ya para “Lisita”, el séptimo de los relatos de Mis miedos, se advierte un cambio en la orientación de los mismos, que se apartan de lo fantasioso del terror y tienden más hacia un tipo de miedo más real, producido por seres vivos sumidos en una desesperación o en una locura. Además, hace acto de presencia el fanatismo religioso de una sociedad, la española, aún sometida a un régimen opresor. Y es que este relato coincide en el tiempo con otro título, Mara, nacido de una idea de su amigo guionista Andrés Martín, y que para muchos es no sólo la obra maestra de Sió, sino del cómic español. No sé si lo es para tanto, pero de lo que no cabe duda es que cualquier buen aficionado debería leerla, al menos para poder opinar sobre ella. 
Mara es tan interesante como subyugadora. La sensación que produce su lectura es extraña. Creo que es lo más parecido a ver una película de Buñuel o de Saura. Uno sabe que está ante una historia contundente, relatada de manera magistral, pero que, sin embargo, le va a acabar asestando un puñetazo en la boca del estómago.  Por cierto, que me paso esto mismo hace no mucho viendo La tumba de las luciérnagas (Isao Takahata).
Mara se publicó a partir de 1971 en la revista italiana Linus. Consta de 16 episodios, a modo de microhistorias, que no vieron la luz en España hasta 1976, cuando aparecieron censuradas en la revista Sunday. En 1980, Nueva Frontera recuperó las historias en formato libro, con prólogo de Carlos Saura. Este es el tomo de referencia para cualquier buen aficionado. 
A modo de macrohistoria, Mara relata las vivencias de una familia de la burguesía barcelonesa de tiempos de la dictadura. Una burguesía decadente, sumida en rituales entre sacros y sacrílegos, a medio camino entre la devoción y el encanto de una burguesía que lejos de ser discreto, resulta muchas veces morboso. Este clima general está enfatizado por dos hechos, a mi parecer, elementales en todo el proceso narrativo, al margen, claro está del aspecto visual. Por un lado, el entorno en el que se desarrollan los hechos, una antigua casona instalada en algún barrio rico de Barcelona, otrora magnífica y señorial, pero que ahora se torna poco menos que morada de los monsturos, habitáculo de la más baja moral, una mezcla de castillo de Drácula, la casa de Norman Bates – ojo que en el relato “Aquello” hay un guiño evidente a esta película-, y aquel otro pisito londinense en el que a la pobre Carol Ledoux se le irá la pinza. Todo eso sí, con su jardincito, su piscina y su correspondiente capilla. 
Ya en el primero de los relatos, “Rito”, somos iniciados en una ceremonia tan sinsentido como atrayente, en la que cuatro personajes, con aspecto circunspecto, desempeñan su papel con abnegada devoción. Una jovencita de larga cabellera, con la mitad superior de su cuerpo desnudo, es sometida a un rito de dolor por parte de dos personajillos que, si se me permite decirlo desde ya, dan bastante grima. Se trata de una niña ataviada como una muñeca de porcelana, de esas que te encuentras en casa de la tía del pueblo y que siempre te ponen los pelos de punta, y un mocoso vestido con traje, chorreras y sombrero de copa, que se lo pasan de miedo hostigando a la jovencita, que se deja maltratar, todo ello siendo contemplados por una anciana sentada en un sofá y que se relame de gusto con la escena. Lo más chocante de todo es que, tras este “juego ritual”, la familia pasea por el parque tan ricamente. Los personajes en cuestión son la jovencita Mara, Luisita o Sita, David, y la abuela, que más adelante sabremos que se llama Adelina y que procede de una rancia familia catalana. 
En Mara, Sió juega con todo lo que de miedo psicológico tuvo nuestra infancia. Los pequeños de la casa no dudan en hacer uso de esas tijeras de sastre que muchos hemos visto en los cajones de nuestro salón y que, mal usadas, pueden servir para cometer un crimen o hacer una fechoría. Recurre también al mundo del circo que, dicho sea de paso, a mí siempre me ha dado muy mal rollo. Porque aquello de los payasos de la tele desgañitándose para ver qué tal estábamos daba bastante repeluzno. Igual es por culpa de It, pero a mí los payasos siempre me han cohibido un poco. Para más inri, Mara invitará a su cama a un payaso, Derek, que será su amante, labor compartida con un primo suyo, Gustav. Hay mucho de Buñuel en esa tétrica compaña circense que morará en los alrededores de la casona, sin olvidar aquel título de Tod Browning (Freaks, 1932), tan acojonante. Por supuesto, hay un gato por los alrededores, que para eso los mininos se han ganado fama de seres demoníacos. Hay también estatuas, muñecas, figuras con alfileres clavados, hipnosis, asesinatos, traumas familiares, y hasta una cofradía de penitentes… Vamos, lo propio de cualquier familia de alta cuna -yo sin ir más lejos tengo una cofradía entera en el ropero de mi cuarto-. Y todo ello en un ambiente entre tétrico y lujoso, con detalles de encanto y decadencia modernista, con el tamiz del claroscuro.
Mara no tiene desperdicio, aunque su lectura requiere un ejercicio de abstracción. Resulta rara a día de hoy, aunque no ha perdido su encanto y sigue conservando todo su esplendor. Claro que exige, a mi parecer, una cultura previa. No es que yo vaya de sobrado, pero quiero decir que para disfrutarla plenamente hace falta comprender algo el contexto sociopolítico en el que fue creada y en el que se ambientan los relatos. Además, todas las referencias literarias y fílmicas que campean por sus páginas son otro punto a tener en cuenta. Desde La parada de los monstruos a Viridiana, de Psicosis a Repulsión, pasando por algunos relatos de terror y todo ello sintetizado en el día a día de una familia un tanto anormal pero que es producto de una realidad social y política real.
A día de hoy quizá sorprenda que esta obra fuera censurada, pero resulta que si nos situamos en el contexto de los años setenta, hay en Mara mucho de censurable por aquellos que querían mantener el orden. En primer lugar, la imagen decadente de una burguesía sobre la que se amparaba el orden. En segundo lugar, la simbiosis entre rito sacro y ritual sacrílego que aparece en Mara con absoluta normalidad. En tercer lugar, la actitud de una jovencita de “moral distraída”, como solía decirse, que igual le da arre que oricain, como solemos decir por aquí, y que no sólo se somete a la debilidad de la carne –lagarto, lagarto- sino que además lo hace sin tapujos, llevando a su alcoba a lo más selecto, su primo, sangre de su sangre, carne de su carne, de la misma que su familia, o a un payaso, un paria, comparsa de la parada de los monstruos. La cantinela de la cofradía de la Vera Cruz que en “El día de San Ignacio” socorre a la familia del ataque de los “monstruos” es para caerse de espaldas, que estamos en el 75: “Los contornos de tus muslos son como joyas, obra de manos de artista; tu vulva como una copa redonda, nunca falta de vino templado”. Hace apenas un par de siglos estas dos viñetas hubieran sido suficiente para llevar a Sió a la hoguera. 
La primera historia de Mara se publicó en el 71; la última en el 75. Ahí es nada. Ello da buena muestra del trabajo que supuso al autor y de su meditada creación. Todo ello es palpable en cada página, en cada viñeta. El lenguaje del cómic está desarrollado en ellas hasta límites insospechados. Se le ha criticado a Sió el excesivo uso de fotografías pero… ¿alguien se acuerda de ello a la vista del resultado? Como señala Saura en su prólogo, quizá Mara sea un rito vudú a través del cual Sió expulsa sus miedos interiores. Quizá se trate de una autobiografía transcrita a través de los personajes más extremos que uno pueda imaginar. Quizá en Mara “hay un autor inteligente y sensible que está intentando expresarse y comunicarnos sus secretos más íntimos, y que al mismo tiempo que intenta esa comunicación se libera catárticamente de una pesadilla”. 
No sigo que me enrollo más que las persianas. Recomiendo vivamente la lectura de Mis miedos y de Mara. A poder ser por este orden. La obra de Sió se proyecto mucho más allá, a través de relatos publicados en diferentes revistas, entre ellas Rambla. En todos estos trabajos, quizá menos ambiciosos, el autor catalán continuó desarrollando su particular lenguaje y nos ofreció interesantes reflexiones acerca de la sociedad pero también de su pensamiento. Destaco uno de ellos, "40 en los 80", publicado en Rambla (n. 23, 1984) en donde un personaje, sospechosamente parecido físicamente a el propio Enric, reflexiona entre trago y trago, jovencita y jovencita, sobre el trabajo del guionista.  Os dejo aquí unas cuantas páginas para el deleite de los sentidos y el germinar de vuestras pesadillas.