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miércoles, 14 de enero de 2015

5 por Infinito igual a Esteban Maroto


A la pregunta de si en el Universo hay vida inteligente, la respuesta es evidente: sí la hay, y además un montón de mujeres hermosas. Esta es la conclusión a la que uno llega después de leer 5 por Infinito, una de las obras cumbre del cómic en España y el principal trabajo del dibujante madrileño Esteban Maroto, que lo comenzó en forma de serie en 1967 y que se prolongó hasta 1969. 
El éxito de 5 por Infinito fue grande tanto en España como en el extranjero, llegándose a publicar en revistas como Delta 99 y Drácula, y en otros países como la revista italiana Lanciostory, la argentina D´Artagnan, la alemana Primo, la portuguesa Topbanda, la sueca Kilroy, y muchas otras, aparte de numerosas reediciones, la mayoría coloreadas, incluida la versión de Neal Adams con el título The Zero Patrol. En 2011, Glenat publicó la historia completa en un tomo de lujo.  



En un principio, Esteban Maroto contó en los dos primeros números con la colaboración de Adolfo Usero, Luis García, Ramón Torrents y Suso Peña. Ya para el tercero, la colaboración se redujo a Usero y Torrents. Fue a partir del capítulo 6, “Las sirenas”, cuando Maroto se encargó del proyecto en solitario, hasta el capítulo 20, el último. Se ha dicho que fue entonces cuando 5 por Infinito alcanzó su plenitud y lo cierto es que el trabajo va madurando progresivamente hasta alcanzar las cotas de genialidad y maestría que lo caracterizan.   
La historia comienza en plan reclutamiento. Un ente intergaláctico llamado Infinito selecciona a cinco humanos con el fin de formar un equipo cuya misión es, ni más ni menos, la de salvar La Tierra. Bueno, esto al principio, porque después el cometido se extiende a todo el Universo. Ahí es nada. Los elegidos para tan mayúscula tarea son Altar, catedrático de Astrofísica y Astronomía, que es expulsado de la universidad por defender en las aulas la teoría de la vida alienígena; Aline, doctora licenciada en Psiquiatría y experta en ciencias ocultas y parapsicología, que presencia la caída de un OVNI mientras asiste a una ceremonia “vudú” en Brasil y, por supuesto, se sube a él; Hidra, estrella de cine, y Sirio, doble de películas de acción y experto en efectos especiales, que son atraídos por una estrella fugaz que se sumerge en el mar de Australia; y, finalmente, Orión, fornido guardaespaldas profesional que, mientras realiza una ronda, también es atraído por un extraño objeto que surge en los bosques de Francia. He dicho cinco. Bueno, en realidad, en un principio los “elegidos” eran cuatro, a excepción de Hidra, que no entraba en los planes pero que como pareja de Sirio termina siendo aceptada. La cosa es que todos ellos aceptan formar parte del equipo y así empiezan las aventuras.



Diré, porque hay que decirlo, que 5 por Infinito es, ante todo, un deleite para los ojos. Cualquier página resulta atractiva (bueno, si no todas, la mayoría) y ello es debido a que el aspecto visual es una de las principales aportaciones de Maroto. Éste parte de la cultura de ciencia-ficción anterior, con Raymond y su Flash Gordon, parido en 1934, como principal ejemplo. Aunque quizá el referente más preciso sea el trabajo de Dan Barry, uno de tantos dibujantes que continuó la serie. Insisto que hablo del cómic y no de la película de 1980 (ejem, ejem). También me viene a la mente la deliciosa Barbarella de Jean-Claude Forest (y aquí también su versión fílmica con Jane Fonda, de 1968), así como trabajos de Guido Crepax, en concreto su Neutrón (1965), que quedaría absorbido por el encanto de la insuperable Valentina. Bueno, estas son sólo unas referencias de tantas que podrían citarse.
Los blancos y negros, las tramas y aguadas, salpicaduras, arabescos y demás recursos decorativos contribuyen a crear la atmósfera galáctica por la que se mueven los héroes y los villanos, que adoptan todo tipo de formas imaginables e inimaginables. Hay fuerzas de energía, seres de carne y hueso, insectos antropomorfos, replicantes, dinosaurios y seres marinos de aspecto imposible, fantasmas y espíritus, seres de apariencia tribal y numerosas referencias a mundos antiguos. Y todo ello sazonado con esa mezcla de acción, intriga, misterio y sensualidad que caracteriza los trabajos de Maroto.  
Las aventuras se precipitan en ocasiones hacia un final que llega de sopetón, acusando en exceso las necesidades del espacio disponible. A veces, las maniobras de los protagonistas para concluir su misión resultan excesivamente casuales y sorprendentes. Pero creo que el encanto de cada aventura no se encuentra en el final sino en el proceso de las mismas y en la manera en que Maroto -y en su caso los colaboradores- desarrolla ese proceso. Así que no se trata tanto de qué nos cuenta sino de cómo nos lo cuenta. Es aquí donde, en mi opinión, radica buena parte del interés de esta obra. Hay en el aspecto gráfico una deuda clara del Modernismo, y no sólo en el arabesco y en el sentido decorativo de la línea, sino también en el aspecto iconográfico, y muy especialmente en la imagen femenina. La cultura visual de 5 por Infinito es desbordante y cautivadora. 
Las reflexiones sobre el ser humano y su condición son abundantes. Una especie de filosofía vitalista subyace en todas las historias, a veces marcadas por un tono maniqueo. Maroto participa de una visión idealista en la que el Bien, con mayúsculas, es posible a pesar de que la maldad campea a sus anchas por el Universo. Pero ese idealismo es aleccionador y se fundamenta en verdades y conceptos nítidos y posibles. Ideas como la paz, la hermandad, la concordia y colaboración entre los pueblos, la solidaridad, etc., son posibles. Sólo basta con quererlo. 
Al final... Bueno, los finales están para leerlos.