Búsqueda

"La televisión ha hecho maravillas por mi cultura.
En cuanto alguien enciende la televisión, me retiro y leo un buen tebeo".

(Groucho Marx, de niño)


Iruña Sumergida (Hurrikrane) Me interesa un ejemplar

Sacamantecas (Altu y Hurrikrane) Me interesa un ejemplar

domingo, 15 de marzo de 2015

Viaje a la Estrella Negra, con Ricardo Barreiro y Juan Giménez

Debo reconocer que llevaba tiempo queriendo dedicar una entrada a esta historia, una de las que más me han gustado siempre. Me refiero a La Estrella Negra, historia de Ricardo Barreiro y  Juan Giménez de 1979 publicada por Glenta ese año y por Toutain Editor en 1985 (esta es la edición que yo manejo). Como ya refería en una entrada anterior, "Los grandes del cómic adulto en España", el espacio fue uno de los temas más recurrentes entre los autores de los años 60 y 70. En esto tuvo mucho que ver la fiebre fílmica vivida entonces con títulos emblemáticos como la genial 2001: Una odisea del espacio (Kubrick, 1968), El planeta de los simios (1968) o la saga de La guerra de las galaxias, iniciada en 1977. A esta fiebre se sumarían además títulos de cómic tan emblemáticos como 5 por Infinito, de Esteban Maroto (ver entrada anterior), Zora y los hibernautas, de Fernando Fernández, La esfera cúbica, de Josep María Bea y otros tantos más. 
Barreiro y Giménez llevan el tema aeronáutico de su As de Pique (realizado también por ambos) al ámbito aeroespacial, desarrollando una historia trepidante en torno a un buscavidas que se ve inmerso en una misión oscura en un entorno no menos oscuro. Speed, el susodicho buscavidas, es ayudado durante su huida de la policía por un misterioso personaje, Braxtor, que le propone un negocio. Para ello debe antes reclutar a varios miembros más para formar el grupo. Los elegidos son Vran, un veterano androide con principios éticos, y Nadia, una piloto de aeronaves sin experiencia en espacio abierto pero que estará a la altura. La misión: viajar hasta una extraña y lejana estrella neutrónica (una especie de agujero negro) en la que Braxtor dejó abandonado un cargamento de osmoviun, un rico mineral que le iba a hacer no menos rico, y en la que hay todo un cementerio de naves espaciales cuya tecnología posee un valor incalculable. El viaje, por supuesto, está repleto de riesgos. Por un lado la estrella se encuentra en un sector galáctico que está bajo el dominio de los Akaj, secta mística de monjes guerreros que predican la muerte y la destrucción total como única forma de salvación, vamos, un atajo de cabras locas voladoras. Además, por otro lado, en la estrella negra, la lluvia radiactiva revive a los soldados muertos durante siglos en forma de zombis, en plan Walking Dead. Y por si fuera poco, resulta que... ¡Bueno, bueno, hasta aquí puedo leer!
Recuerdo con especial nostalgia que conocí esta historia a través de un dominical, cuyos recortes aún conservo como oro en paño. Era habitual que un compañero, C. G., y yo comentásemos las jugadas de las diferentes entregas, flipando en colores con el desarrollo de los acontecimientos: "¡Qué pasada cuando Vran coge a ... y le revienta la cabeza!" Ay, una lagrimita se asoma a mis ojos. 
Creo que este trabajo de Giménez es uno de mis favoritos del cómic en general. Por supuesto que no es comparable a su magna y jodorowskyana casta de los metabarones, pero tiene algo de inmediato y finito, de historia que puedes releer y disfrutar en cualquier momento, que la hace especial. 
A nivel técnico, se trata de una historia más próxima estéticamente Ciudad (historia sobre la que me gustaría comentar algo en otra entrada) o Leo Roa que al preciosismo gráfico de  la mencionada La casta de los Metabarones o de El Cuarto Poder. Es por ello que tiene ese sabor de cómic de los años mozos de Juan Giménez (Mendoza, Argentina, 1943). Aparte, hay que añadir que en La Estrella Negra Giménez se enfrentó por primera vez a un álbum color . Tanto en dibujo como en color, el resultado es magnífico. Si a ello le unimos la acción de la trama y la psicología de los personajes, de un guión bien consolidado por Barreiro, no dudo en reiterar que se trata de una magnífica historia. 
Os animo, pues, a su lectura. Os dejo unas páginas para abrir boca.