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"La televisión ha hecho maravillas por mi cultura.
En cuanto alguien enciende la televisión, me retiro y leo un buen tebeo".

(Groucho Marx, de niño)


Iruña Sumergida (Hurrikrane) Me interesa un ejemplar

Sacamantecas (Altu y Hurrikrane) Me interesa un ejemplar

lunes, 4 de septiembre de 2017

Sangre de barrio, de Jaime Martín

Llevaba tiempo queriendo leer este clásico del cómic y, por fin, me he decidido. Debo reconocer que las expectativas eran altas y que, para mi agrado, se han cumplido sobradamente. Sangre de barrio es una de esas obras que, de algún modo, te impactan. Primero porque hay en ellas mucho de nuestra juventud, de la juventud de cualquiera, al menos de cualquiera que haya vivido en un barrio del extrarradio de una ciudad. Segundo, porque de manera directa o indirecta, todos los que hemos vivido en uno de estos barrios hemos conocido a tipos como los de la pandilla que protagoniza la historia, macarrillas y fumaporros, embutidos en vaqueros y chupas de cuero, ese Denim and Leather de los Saxon, conduciendo chirriando ruedas y ejerciendo de malotes, pero con buen corazón en el fondo. En mi colegio, uno del Opus, había unos cuantos de estos, con los que coincidí hasta 8º de la E. G. B. Luego he visto a algunos y he sabido que a otros les ha castigado la mala vida. Por mi colegio y aledaños rondaba la banda del Chino. Había una en la Txantrea, luego otro Chino maleaba por lo Viejo, y hasta en mi pueblo había uno al que llamaban así. Creo que en todas las cuadrillas había un Chino, apodado así porque generalmente tenía los ojos rasgados. Ahora, la verdad, Iruña está llena de chinos.
Jaime Martín, en esta obra de juventud, además de confirmarse como un buen dibujante, con un entintado notable que contribuye a crear el ambiente de la historia, nos ofrece en sus páginas un interesante repertorio musical con Burning, Ramoncín, Rosendo, Barricada, Juanito Piquete y los Mataesquiroles, El Hombre del Sako, o La Polla Records sonando viñeta tras viñetas. A mí, esta historia me ha recordado esta canción de Barricada, que linkeo para deleite de todos los viejos rockeros y también de los nuevos.
 
 

La historia de Vicen, el protagonista, madura con él, desde su contacto en el instituto con Cepa, el Chichi y el Padrino, su relación con Sonia, sus trabajos con Philippe, hasta su caída y trágico desenlace. Sangre de barrio golpea el estómago porque todos hemos sido rebeldes en algún momento de nuestras vidas y porque algo de lo que le pasa a Vicen y a sus amigos nos ha pasado alguna vez. Esa violencia latente que acompaña la adolescencia, ese recelo con el que miramos lo que surge a nuestro alrededor, ese miedo con el que afrontamos nuestros retos... Sangre de barrio cuenta una historia que es parte de nuestra historia, y lo hace con total transparencia, sin artificios, mostrándonos tal cual es la vida de esos muchachos de melena y chupa que disfrutan a su modo de una vida dura y que tratan de buscar su sitio en el mundo. Es también un recuerdo de ese otro tiempo del que tan poco queda ya, de las noches de birra en la Navarrería, de futbolín en el Krawill y de billar en el Ribera. Tiempos que ya no volverán pero que gracias a Jaime Martín y a su historia se me han hecho presentes, con más fuerza que nunca. Sólo por eso, muchas gracias.
 
 

 

domingo, 30 de julio de 2017

Camisa de fuerza, de El Torres y Guillermo Sanna

A veces a uno le da por querer pasar un mal rato y decide voluntariamente ir al cine a ver una película de terror, leer una novela de Stephen King o, por qué no, comprarse un cómic como Camisa de fuerza. Es como el que sufriendo de aracnofobia no puede impedir acercarse a las tarántulas en una tienda de mascotas. Hay que joderse lo rara que es la mente humana.
Camisa de fuerza (dib-buks, 2017), con guion de El Torres y dibujos de Guillermo Sanna, es una buena historia de terror. Sin olvidar a los clásicos del género, esta obra conecta con el terror clásico y al mismo tiempo se alimenta de la cultura del terror contemporáneo. Entiéndase que hablamos de un tipo de terror basado en lo sobrenatural.
El Torres, que ya había tratado el tema en El velo, con dibujos de Gabriel Hernández Walta, desarrolla una historia de una enorme intensidad psicológica en la que jugando con guiños a clásicos como Alguien voló sobre el nido del cuco (Milos Forman, 1976), se aproxima más al asfixiante ambiente de American Horror History Asylum (Ryan Murphy y Brad Falchuk, 2012-2013) y, sobre todo, del cine de terror japonés, con títulos como Ring (Hideo Nakata, 1998), Dark Water (Hideo Nakata, 2002) o Ju-on: The Grudge (Takashi Shimizu, 2004).
El Torres, que reconoce que esta historia no fue bien aceptada cuando fue lanzada en Estados Unidos, pese al posterior éxito que tuvo, se confirma como uno de los indiscutibles maestros del género. Por su parte, Guillermo Sanna, que ya ha trabajado en Deadpool y Daredevil, consolida su espacio en el cómic de terror.  
Camisa de fuerza se centra en Alexandra Wagner, una joven que a los 12 años asesinó a su hermano, también llamado Alex, en un ritual demoníaco y que desde entonces ha vivido ingresada en centros psiquiátricos. En su actual ingreso, en el Hospital Mclaine, uno de los centros privados más prestigiosos que acepta tratar "casos raros", pasa a manos del Dr. Hayes, afamado experto en terapia cognitiva conductual, que tratará de comprender la causa del estado de la joven, a la que se vincula con el denominado "Síndrome Luna", descrito por el Dr. Carrington, que también trabaja en el hospital. La cuestión es que entre Alex (Alexandra) y Dr. Hayes, que tiene un pasado traumático que le postró en una silla de ruedas, se establece una relación de confianza ("do ut des", que no "quid pro quo", en un guiño a El silencio de los corderos) que se verá afectada por los diferentes acontecimientos que rodean a la joven, cada vez más dramáticos, y en los que su hermano asesinado jugará un papel determinante.
Y es que resulta que Alexandra y Alex, desde su más tierna infancia, desarrollaron la capacidad de ver "el otro lado" y a sus habitantes, a los que decidieron combatir enviando a uno de ellos allí a través de un sacrificio ritual. De este modo, los dos hermanos pueden hacer frente a "los que alimentan", seres terroríficos que succionan la cordura de sus víctimas para alimentar a su reina.
En la historia, además de los hermanos Wagner y del Dr. Hayes, tienen cabida otros personajes como el mencionado Dr. Carrignton, autor de la teoría del "Síndrome Luna", una especie de esquizofrenia que hace que quienes lo padecen crean ver la existencia de otra realidad y a las entidades que allí habitan, y que ya aparece en El velo; la directora Gruber, que dedica su tiempo libre a ver porno duro; y Raoul Cimas, humorista que fue ingresado tras un último y brutal número cómico, y que juega un papel determinante. Aparte están "los que alimentan"...
Creo que la historia tiene momentos memorables, como algunas viñetas dedicadas al Dr. Hayes y sus traumas particulares, donde cobra especial protagonismo la estética y el ritmo del cine de terror japonés, así como, sobre todo, las escenas en las que "el otro lado" y sus habitantes se materializan en este lado. Es un acierto el tratamiento general de la historia en blanco y negro y la incorporación puntual del rojo como elemento dramático, así como la distorsión del espacio... Todo un acierto gráfico y argumental.
La cuidada edición de dib-buks incluye un texto de El Torres sobre este proyecto así como portadas y materiales gráficos de otros autores. Un verdadero disfrute aterrorizador. Disfrutarlo mientras yo me quedo "en este lado"...



jueves, 25 de mayo de 2017

Jan Karski, el hombre que descubrió el Holocausto

Reconozco que lo primero que me impacto de esta historia fue la portada: un hombre bien vestido, con traje y gabardina, de frente, y sobre él la imagen de varios judíos que observan tras la valla de un campo de concentración.
El Holocausto judío siempre me ha impresionado, y no sólo por la muerte de cientos de miles de inocentes sino sobre todo por la organizada maquinaria de terror y muerte que lo causó. Una perfecta cadena de mando y de ejecución que hiela la sangre, y que lamentablemente se ha repetido y se repite en muchas partes del mundo.
La historia de Jan Karski. El hombre que descubrió el Holocausto (Norma Editorial, 2015), es un relato bien llevado sobre un personaje que transita desde la comodidad de la buena sociedad polaca y del orgullo de servir a la patria contra los nazis, hasta la deshumanización de la guerra, de un país acosado por la rapiña de dos ejércitos enemigos, el ruso y el alemán, la desintegración del ejército polaco y la lucha partisana. Es un relato de superación, de permanente huida, de arrestos y torturas, de violencia, de amistad y de amor. Y sobre todo, es el relato de un hombre que puso en evidencia la existencia de los campos de concentración, donde al hombre y a la mujer se les privó de toda humanidad y se les arrojó a la muerte, bajo la infamia del lema "Arbeit macht frei" ("El trabajo os hará libres").
El guionista Marco Rizzo y el dibujante Lelio Bonaccorso realizan en esta historia un verdadero trabajo de memoria histórica sobre un personaje que vivió unos hechos trágicos e informó en 1943 a Churchill y a Roosvelt del Holocausto, pese a que muchos no le creyeron. No sería hasta la entrada de los aliados en los campos de concentración cuando se daría crédito al relato.
Los horrores vividos por este partisano, que logró escapar de un gulag y del gueto de Varsovia, sufrió las torturas de las SS y presenció los horrores de la Shoah (Holocausto), son sobrecogedores. Jan "Karski" Kozielewski, que se hizo pasar por un tiempo en la clandestinidad como Witold Kucharski, tras escapar del horror se instaló en América y publicó en 1944 Courier from Poland: The Story of a Secret State, donde narró sus peripecias por Europa. Fue profesor en la Universidad de Georgetown, pero su testimonio se divulgó por todo el mundo en 1985 en un documental de Claude Lanzmann sobre la Shoah. Jan falleció en 2000 y en 2014 se celebró en todo el mundo el centenario de su nacimiento. Karski publicó dos diarios, el mencionado Story of a Secret State, publicado en 2011 por la editorial Acantilado, y otro inédito en castellano, que en italiano se titula Il testimone inascoltato.



Infiltrado con uniforme alemán, Jan ingresó en el campo de concentración de Lublin, más conocido como Majdanek, en Polonia, y tuvo ocasión de presenciar lo que allí sucedía. Su relato, del que tomo unas frases, es devastador:

"Las personas habían alcanzado allí un estado de total deshumanización... El caos, la desolación, la monstruosidad de la situación eran sencillamente inenarrables... Esos vagones iban llenos de carne humana hasta reventar. En el campo, mientras tanto, se mezclaban los gritos, los lamentos, las detonaciones y las órdenes furiosas. Y todavía había más. El fondo de los vagones estaba cubierto de polvo blanco. Se trataba de cal viva..."

Cuesta seguir leyendo.

Rizzo y Bonaccorso no se deleitan en el horror sino en el hilo de la narración, bien llevada y tratada con respeto a la memoria del relato, poniendo el acento en hechos y personajes determinados, pero siempre con un pudor exento de morbo, que no esconde en muchos casos situaciones de una explícita y evidente violencia. En el aspecto gráfico, el trabajo de Bonaccorso está muy logrado, con verdaderos alardes técnicos en el dibujo y en el color. Hay algún otro trabajo destacado sobre el tema. Cabe mencionar Prisionero en Mauthausen (2011), de Javier Cosnava y Toni Carbos, que narra el drama en este campo del republicano español, ficticio, Joan Placambó. Y, sin duda, la gran obra Maus, de Art Spiegelman, donde se narra la historia de otro superviviente judío polaco al Holocausto.
Sorprende que haya personas que aún a día de hoy cuestionen el Holocausto y sorprende comprobar que sigue latiendo en diferentes partes del mundo un impulso de nostalgia y aprecio por el Führer y su obra. Una buena muestra de ello es el libro superventas Ha vuelto, de Timur Vermes, que contó con una versión fílmica estrenada en 2015 y dirigida por David Wnendt. La idea es que Hitler, interpretado magníficamente en la cinta por Oliver Masucci, resucita en pleno siglo XXI generando una enorme controversia entre la población alemana, una parte de la cual se muestra partidaria de darle su apoyo. Lo terrible del tema es que, como hiciera Sacha Baron Cohen en Borat, hay escenas filmadas realmente con gente de la calle, a modo de documental, en las que se aprecia que hay una parte de la sociedad alemana que añora al tirano y su obra. El actor que encarga al personaje flipó con esto. La política internacional demuestra el ascenso de grupos de extrema derecha y neonazis al poder jaleados por fervientes seguidores. Lejos de superarse, el problema sigue presente.




Por ello es tan interesante el recuerdo de estos héroes que sobrevivieron al Holocausto y que narraron sus horrores. Es importante tomar conciencia de lo sucedido para, al menos, conocer sus consecuencias. Para que luego a nadie le sorprenda que la xenofobia engendra violencia y que la violencia provoca muertes.



jueves, 4 de mayo de 2017

El Perdón y la Furia, de Altarriba y Keko

Llevo tiempo leyendo cómics de lo más variado. Hace años era de costumbres fijas y rara vez me salía del redil. Sin embargo, ahora estoy abierto a todo o a casi todo. Y especialmente me llama la atención la novela gráfica, a poder ser la que tiene una carga de intriga o de misterio. Por eso, cuando vi en TBO un ejemplar de El Perdón y la Furia (2017), de Altarriba y Keko, no pude dejarlo escapar.
Debo reconocer que esta historia tiene para mí el aliciente de la Historia del Arte, ya que gira en torno a la obra de José de Ribera, uno de los grandes maestros de la pintura barroca, o mejor aún, en torno a cuatro pinturas suyas dedicadas a cuatro mártires paganos, Sísifo, Ixión, Tántalo y Ticio, que fueron encargadas al artista en 1632 por el virrey de Nápoles, Manuel Acevedo y Zúñiga, el Manu, y a la obsesión por ellas, por su misterio, de Osvaldo González Sanmartín, profesor de la Universidad de Salamanca.
La cuestión es que el tal Osvaldo, obsesionado por recuperar las pinturas de Ribera, por pintarlas de nuevo, dos de ellas desaparecidas, y por el misterio en ellas encerrado, un poco a lo Dan Brown, llegará hasta las últimas consecuencias, incluido el asesinato.
Esta es la segunda publicación editada por el Museo del Prado, realizada con motivo de la exposición "Ribera. El Maestro del dibujo", que pudo verse hasta el pasado 19 de febrero. La primera fue El tríptico de los encantados, de Max, al hilo de la exposición sobre El Bosco. No es mala esta iniciativa, sin duda.
En esta historia de Altarriba y Keko se logra una particular simbiosis entre el argumento, el estilo gráfico y la propia obra de Ribera, claroscurista y tenebrista. Osvaldo acaba obsesionándonos con su obsesión, y en ello tiene mucho que ver el agobiante ambiente en el que se mueve, su estudio, en el que incluso llega a reproducir un belvedere riberesco. Las teorías académicas sobre las pinturas de Ribera, su relación con el Iluminismo y con ciencias ocultas, incluso la rivalidad entre docentes del claustro universitario, para quienes la discrepancia sobre los mínimos detalles de estilo del artista son causus belli, tienen cabida en esta buena y recomendable historia.
Al final la búsqueda, como todas, tendrá su precio.
 
 
 
 
 


 
 
 

 

domingo, 19 de febrero de 2017

Brian Azzarello y Richard Corben: superhéroes, héroes y antihéroes

Hace años, cuando iba al colegio, uno del Opus en el que casi me fríen el cerebro a base de tontadas, aunque también aprendí alguna otra cosa buena, conocí a un compañero, grande como un oso pardo, al que le encantaban los cómics de superhéroes. Más de uno se reía de él pero yo, lógicamente, me acerqué a él con interés ya que compartíamos una afición común. Siempre me han hecho gracia esos tipos  que consideran los cómics como “cosa de niños” pero que alucinan con la serie The walking death o con la última película de Los Vengadores (porque sale la Johanson) y te hablan desde la madurez de quien consume productos televisivos para adultos. Hay que ser gilipollas.
Pues algo de eso nos pasaba a nosotros, cuando siendo niños leíamos cosas de niños y los demás niños, que flipaban con la serie V nos miraban con condescendencia.
Recuerdo que una vez me enseñó un ejemplar que le había costado ¡¡¡2.000 pesetas!!! Me quedé ojoplático ya que lo que más me había gastado en un TBO eran 150 pesetas o 200 a los sumo, y siempre hablando de revistas tipo Mortadelo, Zipi y Zape, Super López o la Penthouse. Eso de gastar en un cómic toda la paga de dos meses me parecía excesivo. Yo me dije que nunca me gastaría aquella suma en un sólo cómic con lo que evidentemente estaba  mintiendo. La cuestión es que entonces me declaré contrario a los cómics de superhéroes. A mí me bastaba con Superlópez y con Pafman. Sólo he sentido cierta simpatía por Batman, quizá porque carece de poderes especiales o quizá porque me flipan el batmóvil y Catwoman - la verdad que no puedo quitarme de la cabeza a Michelle Pfeiffer como Catwoman-. Yo fui uno de los que alucinó con la película de Tim Burton, con Kim Basinger, con la canción de Prince y con el Joker. Seguramente no será la mejor película de Batman, pero yo flipé con palomitas. 
Pues bien, este declarado “no lector de cómics de superhéroes”, bocachancla donde los haya, se tiene que comer sus palabras y claudicar ante la evidencia de que los superhéroes molan... Ahora bien, ha sido necesario pasar por el filtro de Alan Moore o de Brian Azzarello para darme cuenta de ello. Y es que los superhéroes que me gustan son los de Watchmen o los que, con guión de Azzarello, ha dibujado el particular Richard Corben.
Vamos ya al grano. La pareja Azzarello -  Corben son palabras mayores. Estos dos han dado al cómic un punto de vista tan renovador y atrevido que el superhéroe al uso, con mallas de licra y antifaz, se queda pequeño. Y es que sus versiones de Hulk, Cage o de Hellblazer son para quitar el hipo. Bueno, vale, Hellblazer no es un superhéroe, pero encaja aquí de maravilla.
Por un lado, Azzarello propone en las historias una perspectiva oscura y siniestra, como de noche de borrachera por malas calles, en la que los personajes, todos ellos, tienen un lado oscuro y un reverso todavía más tenebroso. Hay una siniestra psicología subyacente en todos ellos, como una especie de historia pasada chunga. Es más, en ocasiones, apetece salirse de la trama principal y sumergirse en la evocación de unas vidas que, aunque no son narradas, están ahí. De este modo, logra transmitirnos el drama de los personajes y hace nuestra su carga a través del relato. Cuesta muy poco conectar con ellos y en apenas unas viñetas nos ponemos del lado de la madre que quiere vengar a su hijita asesinada y que para ello contrata, por 200 míseros dólares, los servicios de Cage, a quien localiza en un bar cutre de lucecitas. ¿Quién, tras esta introducción, tras esta presentación del lugar y de los personajes, puede parar de leer? Lo mismo sucede con Constantine, que nunca me ha caído del todo bien, al que sumerge en la opresiva atmósfera de una cárcel, jungla salvaje en la que conviven alimañas que se despedazan a la mínima. Apenas dos páginas y se le encoje a uno el estómago. Y qué decir del drama vivido por Banner, sometido a su doble y aterradora personalidad, de la que quiere huir a toda costa.
Nadie mejor que Richar Corben para ilustrar esa particular atmósfera de pesadilla. Bueno, algún otro habrá, pero él es uno de los más idóneos. Recuerdo que de Corben lo primero que leí fue el relato “El hombre retorcido”, de Hellboy, que me parece una de las mejores historias de toda la saga del chico del infierno. A partir de ahí, me he ido haciendo cada vez más fan y he ido agenciándome buena parte de su obra. De Corben yo no destacaría su dibujo -porque hacerlo es algo evidente- sino la capacidad que tiene éste de ser preciso en cada momento. Es decir, que cada escena, cada viñeta, cada plano puede dibujarse de otro modo, pero no mejor. Corben acierta en todo momento y muestra lo narrado con total precisión, de manera que nada es casual ni gratuito. Todo tiene un porqué y así es dibujado con el particular estilo del autor, tan tridimensional y volumétrico que logra que sus personajes salgan del plano. Además, Corben no es lineal sino que llena sus páginas de planos diversos, picados, contrapicados, planos generales, primeros planos, detalles sutiles de personas u objetos, que contribuyen a que la narración sea ágil. Y así se produce la fusión, a lo Led Zeppelin, que hace que sus historias tengan una personalidad difícil de igualar y que les da ese punto de distinción que las diferencia del resto.
De este modo, en vez de dedicarse a soltar hostias como panes, en su habitual estilo, Cage penetra en el inframundo de un barrio del extrarradio y analiza una historia de ambición, poder y muerte, sacando al exterior la mugre de unos personajes enquistados en la miseria moral, en el contexto de las luchas de bandas. El Constantine de Azzarello y Corben (Hellblazer. Tiempos difíciles) es menos sobrenatural que en otras ocasiones y se sumerge en un clima de violencia y sexo carcelario, de pastilla de jabón, agua y sangre por el sumidero, que pone los pelos de punta. Claro que echará mano de sus cualidades paranormales para salir adelante, pero sufrirá en sus propias carnes la presión de la hostilidad de los demás reclusos donde impera la puta ley de la jungla. De manera que el relato se convierte en uno de los mejores del género, comparable a La fuga de alcatraz. En Banner, relato que transcurre como un meteorito de rápido, en el que las viñetas y las páginas se escapan literalmente de las manos, asistimos no a la destrucción que acompaña a Hulk, sino a la decadencia existencial del científico, que comprende que la única salida al drama que vive es el sueño eterno. Sobrecogen las dos últimas páginas de la historia.  A todo ello se suma el Punisher, con guión de Garth Ennis, que reconozco no he leído todavía pero que caerá pronto en mis manos.
Lo dicho, tarde pero he llegado a los superhéroes, o quizá mejor héroes, o incluso antihéroes, y si ha sido a través de Azzarello y Corben, pues eso que me llevo. Aquí Julio el del TBO dio en la diana al recomendármelos.