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jueves, 4 de mayo de 2017

El Perdón y la Furia, de Altarriba y Keko

Llevo tiempo leyendo cómics de lo más variado. Hace años era de costumbres fijas y rara vez me salía del redil. Sin embargo, ahora estoy abierto a todo o a casi todo. Y especialmente me llama la atención la novela gráfica, a poder ser la que tiene una carga de intriga o de misterio. Por eso, cuando vi en TBO un ejemplar de El Perdón y la Furia (2017), de Altarriba y Keko, no pude dejarlo escapar.
Debo reconocer que esta historia tiene para mí el aliciente de la Historia del Arte, ya que gira en torno a la obra de José de Ribera, uno de los grandes maestros de la pintura barroca, o mejor aún, en torno a cuatro pinturas suyas dedicadas a cuatro mártires paganos, Sísifo, Ixión, Tántalo y Ticio, que fueron encargadas al artista en 1632 por el virrey de Nápoles, Manuel Acevedo y Zúñiga, el Manu, y a la obsesión por ellas, por su misterio, de Osvaldo González Sanmartín, profesor de la Universidad de Salamanca.
La cuestión es que el tal Osvaldo, obsesionado por recuperar las pinturas de Ribera, por pintarlas de nuevo, dos de ellas desaparecidas, y por el misterio en ellas encerrado, un poco a lo Dan Brown, llegará hasta las últimas consecuencias, incluido el asesinato.
Esta es la segunda publicación editada por el Museo del Prado, realizada con motivo de la exposición "Ribera. El Maestro del dibujo", que pudo verse hasta el pasado 19 de febrero. La primera fue El tríptico de los encantados, de Max, al hilo de la exposición sobre El Bosco. No es mala esta iniciativa, sin duda.
En esta historia de Altarriba y Keko se logra una particular simbiosis entre el argumento, el estilo gráfico y la propia obra de Ribera, claroscurista y tenebrista. Osvaldo acaba obsesionándonos con su obsesión, y en ello tiene mucho que ver el agobiante ambiente en el que se mueve, su estudio, en el que incluso llega a reproducir un belvedere riberesco. Las teorías académicas sobre las pinturas de Ribera, su relación con el Iluminismo y con ciencias ocultas, incluso la rivalidad entre docentes del claustro universitario, para quienes la discrepancia sobre los mínimos detalles de estilo del artista son causus belli, tienen cabida en esta buena y recomendable historia.
Al final la búsqueda, como todas, tendrá su precio.
 
 
 
 
 


 
 
 

 

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