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"La televisión ha hecho maravillas por mi cultura.
En cuanto alguien enciende la televisión, me retiro y leo un buen tebeo".

(Groucho Marx, de niño)


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martes, 23 de noviembre de 2010

De Corto Maltés o de las mil y una aventuras




Aquí estamos de nuevo, después de un largo e injustificado parón, que comienza ya a ser una mala costumbre.
Me había quedado hablando de uno de mis personajes de cómic favoritos: el marino Corto Maltés, creado por el dibujante Hugo Pratt. No deseo parecer redundante, pero como ya lo dije, este tipo me enseñó a leer cómics de verdad y a ver más allá de las viñetas. Y todo comenzó en Helvecia, donde comienzan muy buenos sueños.
Siempre que acudo a las historias de Corto me encuentro ante el dilema de una personalidad compleja. Creo sinceramente que hay dos Cortos Malteses rondando por el mundo -aquel mundo convulso entre 1905 y 1936 (por aquello de que, según cuenta la rumorología, Pratt había decidido poner fin a los días del marino en aquel error fraticida llamado guerra civil española)-. Ambos son aventureros, dandys, misteriosos, pero mientras uno es más decidido en su búsqueda, bien de un tesoro o de un amigo, o de ambas cosas -Fábula en Venecia, La casa dorada de Samarkanda, Corto Maltés en Siberia (que tiene una buena versión fílmica), Tango ...y todo a media luz-, el otro está sumergido en una búsqueda personal a través del mito y del tiempo, y muchas veces se ve inmerso en revoluciones y conflictos varios de carácter local e incluso internacional -no olvidemos que en Las Célticas, ayudado por Merlín, Oberón, Puck y Morgana, Corto impide una acción bélica alemana en aguas británicas que hubiera dado un vuelco al desarrollo de la primera gran guerra.
Precisamente, fueron Las Célticas las que terminaron de conquistarme, después de leer las Helvéticas, como quedó dicho. Para ello, haciendo pellas universitarias, acudí a la tebeoteca de la Casa de la Juventud -magnífico proyecto cuyo pasado, presente y futuro siempre ha sido incierto- y pude estar disfrutando con el tomo. Además, todo hay que decirlo, pude disfrutar de una exposición de originales de Landa, en concreto los de su magnífica historia El Ciclo de Irati (sí, la misma que nos dejó chafados editorialmente cuando después de comprarnos los dos primeros volúmenes vimos incrédulos que el tercero y último aparecía en formato libro junto con los otros dos por el módico precio de unos 30 eurazos). Conste que esta es una crítica editorial y no para el autor, cuyo trabajo admiro y cuyo mencionado ciclo me sigue fascinando.
En Las Célticas conocí de verdad a Corto, capaz de dar limosnas a monjes benedictinos y franciscanos por la información dada acerca de la leyenda de El Dorado en un monasterio veneciano; conocer a nuevos personajes que luego serán viejos, como el capitan de Carabinieri Sorrentino, el gondolero Hojos de Hada, el judío Melquisedec y su bella nieta Ester, o la pérfida -aunque finalmente entrañable Veneciana Stevenson (que ya había aparecido en Bajo el signo de Capricornio (creo) y que volverá a aparecer en La Casa Dorada de Samarkanda), etc.
Hay en este tomo relatos ingeniosos como "Bajo de la bandera del oro" o "de como Corto Maltés se las apaña para que un grupo de soldados aliados agencien un tesoro escondido en un pueblo italiano ante la estupefacta mirada de los prusianos-; "Concierto en do menor para arpa y nitroglicerina" o "de como Corto Maltés se compromete con la lucha del Sinn Fein"; "Sueño de una mañana de invierno" o "de como Corto Maltés, que no sabemos muy bien cómo ha aparecido una mañana invernal durmiendo la mona en Stonehenge, termina salvando las islas británicas de la invasión teutona"; "en el tinglao de la antigua farsa" o "de como Corto Maltés, gracias a los consejos de su madre, la niña de Gibraltar, no se fia de una joven de ojos verdes y salva la vida"; o "Vino de Borgoña y rosas de Picardía" o "de como Corto Maltés asiste al final del Barón Rojo", que al final nos termina cayendo hasta bien.
Las Célticas, dentro de la cronología maltesca, creo que va después de Siempre un poco más lejos y Bajo el signo de Capricornio, pero como yo la leí antes, pues la señalo primero. Haré lo mismo con La Balada del Mar Salado, que fue la siguiente historia que leí del marino.
Pratt siempre me ha gustado por la elegancia de su dibujo y la maestría con la que trabaja las tintas, aguadas y acuarelas. Es un verdadero virtuoso de la línea y del color, capaz de transmitir con el más simple trazo un enorme caudal de sensaciones. Dejo aquí una divertida página que, espero, mueva a la lectura de estas historias y en la que se aprecia la maestría del genial italiano.