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viernes, 28 de octubre de 2022

Demeter. Cuaderno de bitácora, de Ana Juan

Es de sobra conocida mi fascinación por Drácula, que de la literatura pasó al cine y después al cómic, aunque no sé si fue este el orden. La cuestión es que desde hace años tengo una inclinación natural hacia todo lo que tenga que ver con el mito del terror por antonomasia -con el permiso del Frankenstein de Shelley que le anda a la par. Fue la versión de Ford Coppola la que más me gustó y de ahí el cómic de Mignola, aunque reconozco que soy un fan de otros dráculas anteriores y posteriores. 

Porque a mí, lo que de verdad me apasiona es el universo del chupasangres transilvano y no tanto otros vampiros algo más descafeinados que pululan por ahí. Quizá los de Anne Rice se salven por ese ambiente oscuro que les aporta la escritora de Nueva Orleans, pero no puedo, lo siento, con los adolescentes purpurina refulgentes como un gusiluz de Stephenie Meyer. Todo tiene un límite. 

Volviendo al mito creado por Stoker, disfruto especialmente cuando encuentro una versión fiel a la novela epistolar, o cuando, como en el caso que me ocupa ahora, una autora analiza gráficamente uno de los episodios más agobiantes de la historia, en concreto, la travesía de la goleta rusa Demeter desde Varna (Rumanía) a Whitby (Inglaterra) del 6 de julio al 4 de agosto de 1879 transportando al conde y sus ataúdes con tierra putrefacta. 




En una cuidadísima edición de Edisions de Ponent (2007) con prólogo de Felipe Hernández Cava, la ilustradora valenciana, gótica como ella sola, nos regala a los amantes del género una de las joyas de la corona. El relato ilustrado desgrana los pormenores del viaje, desarrollando en imágenes extractos del cuaderno de bitácora, desde la salida del castillo de los carros guiados por los fieles vasallos, hasta su carga y trayecto en el Demeter. En la novela, este episodio tiene lugar en el capítulo VII (páginas 213 a 219 en la edición Cátedra de 1993). Apenas seis páginas que sirven a Ana Juan para componer una obra intensa y sobrecogedora en la que asistimos a como la tripulación, el capitán, cinco hombres, dos oficiales y el cocinero, sucumbe impotente a la maldición que transportan en la bodega. 




Nos perturba y agobia la soledad de la embarcación, guiada malignamente por una mano oscura que la envuelve en una niebla permanente; agobia el peso sobre la tripulación que comienza a comprender que algo terrible está sucediendo, cuando compañeros desaparecen o les sobrecoge la visión de una inquietante sombra en la cubierta durante las guardias; agobia ese mar negro y tempestuoso que no ofrece escapatoria, haciendo del Demeter una cárcel o más bien, un cadalso flotante, pues todos los allí presentes están sentenciados. 





Gráficamente, la historia es un deleite, para el que le guste este tipo de páginas oscuras y siniestradas a base de trazos emborronados, texturas y claroscuros. Las luces y las sombras son esenciales, puesto que en ellas radica buena parte de la potencia visual de esta narración, así como los encuadres, con picados y contrapicados que transmiten a quien lee la zozobra de la embarcación por las agitadas aguas.



Ana Juan juega con la estructura de la novela original, incorporando recortes de prensa sobre el extraño naufragio en la costa de Whitby, el sepelio por el capitán o la búsqueda del gigantesco perro que se vio saltar desde la cubierta de la embarcación una vez encalló en las costas inglesas, con lo que atrapa nuestra imaginación, pues sabemos que la historia no ha hecho sino comenzar.  

Merece la pena dejarse llevar, mecerse en este relato, a merced de las olas, con la imaginación a la deriva, a la espera de encontrarse, en cualquier oscuro rincón, una sombra de ojos rojizos, que se abalance sobre nosotros. 

Dejo aquí una buena reseña de Carlos J. Eguren. Sabido es que en 2023 se estrenará The last voyage of the Demeter, con el gran, en todos los sentidos, Javier Botet encarnando a Drácula, ahí es nada.