Es de sobra conocida mi fascinación por Drácula, que de la literatura pasó al cine y después al cómic, aunque no sé si fue este el orden. La cuestión es que desde hace años tengo una inclinación natural hacia todo lo que tenga que ver con el mito del terror por antonomasia -con el permiso del Frankenstein de Shelley que le anda a la par. Fue la versión de Ford Coppola la que más me gustó y de ahí el cómic de Mignola, aunque reconozco que soy un fan de otros dráculas anteriores y posteriores.
Porque a mí, lo que de verdad me apasiona es el universo del chupasangres transilvano y no tanto otros vampiros algo más descafeinados que pululan por ahí. Quizá los de Anne Rice se salven por ese ambiente oscuro que les aporta la escritora de Nueva Orleans, pero no puedo, lo siento, con los adolescentes purpurina refulgentes como un gusiluz de Stephenie Meyer. Todo tiene un límite.
Volviendo al mito creado por Stoker, disfruto especialmente cuando encuentro una versión fiel a la novela epistolar, o cuando, como en el caso que me ocupa ahora, una autora analiza gráficamente uno de los episodios más agobiantes de la historia, en concreto, la travesía de la goleta rusa Demeter desde Varna (Rumanía) a Whitby (Inglaterra) del 6 de julio al 4 de agosto de 1879 transportando al conde y sus ataúdes con tierra putrefacta.
Ana Juan juega con la estructura de la novela original, incorporando recortes de prensa sobre el extraño naufragio en la costa de Whitby, el sepelio por el capitán o la búsqueda del gigantesco perro que se vio saltar desde la cubierta de la embarcación una vez encalló en las costas inglesas, con lo que atrapa nuestra imaginación, pues sabemos que la historia no ha hecho sino comenzar.
Merece la pena dejarse llevar, mecerse en este relato, a merced de las olas, con la imaginación a la deriva, a la espera de encontrarse, en cualquier oscuro rincón, una sombra de ojos rojizos, que se abalance sobre nosotros.
Dejo aquí una buena reseña de Carlos J. Eguren. Sabido es que en 2023 se estrenará The last voyage of the Demeter, con el gran, en todos los sentidos, Javier Botet encarnando a Drácula, ahí es nada.