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"La televisión ha hecho maravillas por mi cultura.
En cuanto alguien enciende la televisión, me retiro y leo un buen tebeo".

(Groucho Marx, de niño)


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miércoles, 28 de diciembre de 2022

El espíritu del escorpión, de Fernando Llor y Pablo Caballo: reconstruyendo al monstruo de Srebrenica

Radovan Karadzic, un nombre más de la historia negra del mundo. Sucedió en los 90, en el corazón de Europa, bueno, de esa parte que se denomina, a veces de manera despectiva, "del Este", pero que está aquí al lado. Ahora, con la invasión rusa de Ucrania parece que nos hemos dado cuenta. 



Yo entonces era un adolescente, y estaba más con las Olimpiadas, la Expo y flipando con el álbum negro de Metallica. Aquello de la guerra de los Balcanes me sonaba a Mordor y, la verdad, estaba a mis cosas. Pero lo cierto es que fue bochornoso, y día tras día, te comías el filete empanado con una nueva escena de muerte, con la crónica del Pérez Reverte, mientras el cobarde francotirador de turno despachaba en directo a una nueva víctima civil. Veías que se estaba armando una buena sin entender muy bien qué pasaba, ya que aquello de la limpieza étnica parecía cosa del pasado y no encajaba en plenos 90. Pero ahí estaban los militares serbios de Bosnia para recordarnos que basta un uniforme, un arma y una dosis de ego racista para sembrar de sangre las calles. Porque fueron ellos, los de la VRS y el grupo de militares conocido como los escorpiones, liderados por el general Ratko Mladic y con el beneplácito del presidente Karadzic, quienes a modo de Cruzada "limpiaron" el país de bosnios musulmanes, dando igual el sexo o la edad de las víctimas inocentes. De aquellas "limpiezas étnicas" quizá fue la de Srebrenica la más sangrante de todas ellas, con más de 8.000 víctimas civiles, crimen nefasto agravado por el echo de que, en teoría, la zona era segura y se encontraba protegida por los Cascos Azules neerlandeses. 

Y tras aquello, el líder Karadzic, obsesionado por la idea de la Gran Serbia, acusado de crímenes de guerra contra serbios y croatas, desapareció de la faz de la tierra. El escorpión, volvió a su agujero. Y allí permaneció, inmundo, durante años, camuflado bajo una identidad falsa, Dragan Dabic, ejerciendo como gurú newage atendiendo a mujeres en su consulta de Belgrado, hasta que la noche del 21 de julio de 2008, unidades del BIA, el servicio secreto de Serbia, le cortaron el aguijón, y la justicia le condenó a cadena perpetua por crímenes de guerra y como responsable del genocidio de Srebrenica y del sitio de Sarajevo, entre otros cargos. 

El espíritu del escorpión. La máscara del genocida de Srebrenica (2018), de Fernando Llor y Pablo Caballo, combina la historia de Jasmina, una joven que anhela ser madre, con el dramático recuerdo de los hechos de Srebrenica y la implicación en ellos de los militares y, particularmente, de Karadzic. La joven, vulnerable por su deseo, va cediendo a la manipulación del escorpión que, poco a poco, se adueña de ella, modelándola a su antojo y abusando de su confianza, en el sentido más literal y carnal del término. Jasmina, relacionada emocionalmente con un madero insensible y chulo que se acuesta con Iliana, una amiga de ambos, ve en Dragan un hombro amigo y sensible a su sufrimiento, si bien al espectador no se le escapa la desfiguración del monstruo que habita tras la máscara. Y es este detalle, el de no ocultarnos el verdadero rostro de Dabic-Karadzic, que se nos muestra de manera evidente y que pasa inadvertido para la Jasmine, lo que hace de este relato una experiencia sobrecogedora. Porque, si está ahí, a la vista de todos, ¿por qué ella no lo ve? Quizá porque en ello radica parte del encanto de los psicópatas. 



Jasmine finalmente logra su propósito gracias a las "artes" de Dragan, que consigue tranquilizarla y hacerla disfrutar del sexo, desbloqueando, al parece, la causa de su infertilidad. No se nos escapa que posiblemente el hijo que espera no sea de su pareja, el mencionado  madero capullo, sino posiblemente del propio Dragan, que se ha propasado en su método, abusando de ella. 

Finalmente, el gurú será desenmascarado y Jasmine descubrirá la verdadera identidad del escorpión. Y pese a que intentará asesinarlo, empleando la pistola que arrebata a su pareja, no podrá apretar el gatillo. Y esto, lejos de ser una anécdota, es un detalle de la realidad, puesto que se sabe que, una vez encarcelado, Dabic-Karadzic siguió -¿sigue?- recibiendo cartas de sus pacientes que le piden consejo y ayuda. 



El mérito de Fernando Llor es haber construido un personaje enormemente humano, como es Jasmine, en un mundo de fieras, presentes y pasadas. Asimismo, ha sabido entretejer pasado y presente en torno a la figura del presidente-gurú, encarnación de la maldad, y además hacerlo en torno a algo tan íntimo y personal como es el anhelo de maternidad de una mujer. Por su parte, Pablo Caballo aporta un grafismo expresionista e impactante, constante tanto en las escenas en torno a Jasmina -las consultas y sesiones con Dragan, cada vez más íntimas y sexualizadas; su relación con su pareja y sus intentos por quedarse embarazada; su ilusión y su desesperación-, como en aquellas centradas en el pasado de la guerra en Serbia, brutales y sin concesiones, poniendo rostro a los culpables. Y por encima de todo, ambos reconstruyen la personalidad del escorpión, que campa a sus anchas entre sus clientas, manipulándolas y utilizándolas a su antojo, como nuevo líder, dando charlas y difundiendo su método. Quizá en esta nueva expresión de su ego, estuvo la causa de su caída definitiva. Aunque, como sucede siempre, hay quienes hacen del villano héroe. Y así seguimos, sin aprender nada de la historia. 


Sonja Vogel frente al mural sobre la antigua cafetería a la que acudía Karadzic en Belgrado. Foto: Sonja Vogel


viernes, 28 de octubre de 2022

Demeter. Cuaderno de bitácora, de Ana Juan

Es de sobra conocida mi fascinación por Drácula, que de la literatura pasó al cine y después al cómic, aunque no sé si fue este el orden. La cuestión es que desde hace años tengo una inclinación natural hacia todo lo que tenga que ver con el mito del terror por antonomasia -con el permiso del Frankenstein de Shelley que le anda a la par. Fue la versión de Ford Coppola la que más me gustó y de ahí el cómic de Mignola, aunque reconozco que soy un fan de otros dráculas anteriores y posteriores. 

Porque a mí, lo que de verdad me apasiona es el universo del chupasangres transilvano y no tanto otros vampiros algo más descafeinados que pululan por ahí. Quizá los de Anne Rice se salven por ese ambiente oscuro que les aporta la escritora de Nueva Orleans, pero no puedo, lo siento, con los adolescentes purpurina refulgentes como un gusiluz de Stephenie Meyer. Todo tiene un límite. 

Volviendo al mito creado por Stoker, disfruto especialmente cuando encuentro una versión fiel a la novela epistolar, o cuando, como en el caso que me ocupa ahora, una autora analiza gráficamente uno de los episodios más agobiantes de la historia, en concreto, la travesía de la goleta rusa Demeter desde Varna (Rumanía) a Whitby (Inglaterra) del 6 de julio al 4 de agosto de 1879 transportando al conde y sus ataúdes con tierra putrefacta. 




En una cuidadísima edición de Edisions de Ponent (2007) con prólogo de Felipe Hernández Cava, la ilustradora valenciana, gótica como ella sola, nos regala a los amantes del género una de las joyas de la corona. El relato ilustrado desgrana los pormenores del viaje, desarrollando en imágenes extractos del cuaderno de bitácora, desde la salida del castillo de los carros guiados por los fieles vasallos, hasta su carga y trayecto en el Demeter. En la novela, este episodio tiene lugar en el capítulo VII (páginas 213 a 219 en la edición Cátedra de 1993). Apenas seis páginas que sirven a Ana Juan para componer una obra intensa y sobrecogedora en la que asistimos a como la tripulación, el capitán, cinco hombres, dos oficiales y el cocinero, sucumbe impotente a la maldición que transportan en la bodega. 




Nos perturba y agobia la soledad de la embarcación, guiada malignamente por una mano oscura que la envuelve en una niebla permanente; agobia el peso sobre la tripulación que comienza a comprender que algo terrible está sucediendo, cuando compañeros desaparecen o les sobrecoge la visión de una inquietante sombra en la cubierta durante las guardias; agobia ese mar negro y tempestuoso que no ofrece escapatoria, haciendo del Demeter una cárcel o más bien, un cadalso flotante, pues todos los allí presentes están sentenciados. 





Gráficamente, la historia es un deleite, para el que le guste este tipo de páginas oscuras y siniestradas a base de trazos emborronados, texturas y claroscuros. Las luces y las sombras son esenciales, puesto que en ellas radica buena parte de la potencia visual de esta narración, así como los encuadres, con picados y contrapicados que transmiten a quien lee la zozobra de la embarcación por las agitadas aguas.



Ana Juan juega con la estructura de la novela original, incorporando recortes de prensa sobre el extraño naufragio en la costa de Whitby, el sepelio por el capitán o la búsqueda del gigantesco perro que se vio saltar desde la cubierta de la embarcación una vez encalló en las costas inglesas, con lo que atrapa nuestra imaginación, pues sabemos que la historia no ha hecho sino comenzar.  

Merece la pena dejarse llevar, mecerse en este relato, a merced de las olas, con la imaginación a la deriva, a la espera de encontrarse, en cualquier oscuro rincón, una sombra de ojos rojizos, que se abalance sobre nosotros. 

Dejo aquí una buena reseña de Carlos J. Eguren. Sabido es que en 2023 se estrenará The last voyage of the Demeter, con el gran, en todos los sentidos, Javier Botet encarnando a Drácula, ahí es nada.

lunes, 29 de agosto de 2022

He visto ballenas, de Javier de Isusi

Confirmada la presencia de Javier de Isusi en el XIII Salón del Cómic de Navarra, y aunque le dediqué una entrada no hace mucho, no puedo menos que volver sobre su trabajo gracias a la recomendación de un colega que me animó a leer He visto ballenas (Astiberri, 2014).



Reconozco que, de entrada, la obra me produjo cierto recelo. El terrorismo de ETA, el tiro en la nuca, el contraterrorismo del GAL, los arrepentidos, los odios generados en torno al conflicto vasco, etc. me producen desazón ya que todavía quedan muchas heridas abiertas. Sin embargo, después de leer La divina comedia de Oscar Wilde, tenía el convencimiento de que el tema sería tratado con absoluto respeto y mediación. Y, ciertamente, la obra pulsa ese botoncito que activa nuestra conciencia y nos hace platearnos un posicionamiento alternativo al radicalismo. 

La historia relata, en realidad, tres historias, las de Antón Uriarte, vicario general de la diócesis e hijo de un asesinado por ETA; Josu Gorostiaga, amigo de juventud de Antón y militante en ETA; y Emmanuel Meziane, mercenario del GAL y asesino del asesino del padre de Antón. Josu cumple condena en una cárcel francesa junto a otros compañeros militantes y allí coincide con Emmanuel. A diferencia de sus compañeros, que aplican a rajatabla el "bakoitza bere tokian" ("cada uno en su lugar"), Josu se siente intrigado por la personalidad de Emmanuel o, más bien su actitud ante el pasado, ajena a rencores y radicalismo, consciente como es de haber sido un títere en manos de una causa perdida. Josu, de algún modo, aunque a regañadientes, admitirá haberse "encontrado" con él, sin compartir ideales ni llegar a un acuerdo en la justificación de su pasado. Simplemente, encontrados ambos en un lugar común, como dos personas. Por su parte, Antón, que deberá luchar contra los propios prejuicios de su clase, que juzga a su hermana por ser madre soltera, mantendrá una lucha interior para tratar de comprender su perdón a los asesinos de su padre; un perdón que le agobia y traumatiza y que deberá asumir. Antón, en compañía de Aritz, el hijo adolescente de Josu, tratará de avanzar hacia su propio perdón, protagonizando una de esas escenas que te ponen la carne de gallina, cuando ambos visiten a Josu en una cárcel española, ya extraditado.   

No voy a revelar nada más de esta historia. Esta entrada puede parecer escasa, pero tratándose de este tema, significa para mí una de las más intensas que he tenido ocasión de escribir. Los hay que no perdonan nunca; y los hay que olvidan siempre. Tanta memoria, tanto olvido en nuestros días, pero qué poco perdón. De Isusi ahonda a través de tres historias en una de las historias más controvertidas y complejas de nuestra reciente historia y activa el lado humano de la misma, que lo hay, en todas y cada una de sus partes. 



sábado, 25 de junio de 2022

Casi..., de Manu Larcenet, un relato autobiográfico sobre el sinsentido del servicio militar

Debió ser por fechas similares, aunque hace un porrón de años, cuando un oficial del Gobierno Militar firmaba un documento con mi  nombre en el que se me declaraba, por la gracia de la Patria, no apto para el servicio militar, y amén. Yo me encontraba entonces en la universidad, enfrascado en una carrera que era como una especie de experimento académico de futuro incierto, con las greñas al viento, vestido de negro como un enterrador, y mirando todo el día al suelo para no toñarme con la primera piedra. 

Por eso, en la edad del aplatanamiento, aquello de ir a servir a una patria que no hacía una mierda por ti me parecía una tomadura de pelo. Por aquel entonces la insumisión ya era un culto y la objeción de conciencia estaba a la orden del día. Yo agoté mi cupo de prórrogas y sonreí para mis adentros cuando aquel lustroso oficial me miró con desprecio tras su coraza uniformada, seguramente pensando para sus adentros que "no apto" era en mi caso sinónimo de "inútil", mientras en los pasillos repiqueteaba el taconeo de la soldadesca cuadrándose al paso de coroneles y generales. "Tome y cierre la puerta al salir", y así fue.  

Luego, en alguna conversación noctámbula y subida de grados de alcohol, me he topado con gente de todo tipo. Desde aquellos que opinan "qué bien le vendría la mili a alguno" a aquellos otros que a punto estuvieron de irse al otro barrio durante aquella experiencia. Pasado el tiempo, y eso que en algunos países como Alemania están planteándose volver al servicio obligatorio, veo aquello como una imposición totalmente prescindible, estéril y que únicamente era un rompevidas en un momento en el que, precisamente, éramos más vulnerables. ¡A tomar por saco la mili, y prau! Aunque, a decir verdad, nos dejó cosas buenas... Aquella revista mítica con las historias del puta mili del Ivá, el recuerdo paterno del relato de Jaime Martín de Las guerras silenciosas y, por encima de todo, canciones como "Ninguna bandera", de Barricada, o aquella otra de Kojón prieto y los Huajalotes... Pues eso, y al sargento, que lo tiren al pilón. 

Que a qué viene todo esto. Pues viene a que hace nada cayó en mis manos Casi..., de Manu Larcenet (Bang, 2006), una joyita en formato apaisado en la que este singular autor francés relata su experiencia en la mili. La edición original data de 1998, y él mismo explica el objeto de la publicación, una especie de redención que quería compartir: 

"quería escribir un libro sobre la mili porque, siete años después, pensaba que aún tenía cuentas pendientes. Además, quería enseñar mi victoria por encima de ellos: mostrar a esos viejos bloques de piedra que no me faltaba nada de lo que ellos me habían hecho, que todo eso estaba bien archivado en mi cabeza y que, contrariamente a lo que ellos pretendían ayer, no he olvidado nada".




Se trata, por tanto, de una catarsis que permite al autor reconciliarse con una parte de su vida, superando una especie de resquemor tatuado desde esos años en algún rinconcito de su hipotálamo. 

La obra, en ese blanco y negro entintado de manera expresiva tan alucinante en Larcenet, incluye detalles caricaturescos en una especie de autofiguración de aquellos años que se presenta como un monigote que, pese a ello, concentra el drama vivido. Porque el trauma de Larcenet no viene tanto de que le sucediera nada especialmente dramático, a diferencia de lo que les pasó a algunos compañeros, sino de la indiferencia absoluta que la maquinaria militar francesa pero también su familia mostraron ante aquel hecho que, simple y llanamente, te jodía la vida en los mejores años, aquellos que debían dedicarse antes a trabajar y disfrutar el dinero ganado que a vestirse de verde y caqui y jugar a ser proyectos de Rambo. 

Con un estilo brutalmente expresivo y claroscurista, con viñetas de un entintado impactante, y una narración tragicómica, tendente más bien a lo primero, esta obra abre cajoncitos de nuestra autobiografía y nos adentra en esos asuntos pendientes que todos tenemos con nuestros años jóvenes. Yo no tuve que servir a la Patria por ser, verbigracia, "inútil", pero alguna cosilla chunga queda por ahí aún sin resolver. A ver si a base de cómics termino por sacarla. 

Os dejo este enlace con unas páginas de la obra que rondan por la red para que las disfrutéis: 

https://issuu.com/stephane.corbinais/docs/casi/2

Bueno, disfruten de este cómic y hasta la próxima.





martes, 26 de abril de 2022

La Divina Comedia de Oscar Wilde, de Javier de Isusi

Hoy vamos con un Premio Nacional del Cómic, ahí es nada; y encima, una especie de biografía gráfica del último año de vida de uno de los literatos más aclamados. El autor de esta joya, titulada La Divina Comedia de Oscar Wilde (Astiberri, 2019) es el bilbaíno Javier de Isusi (1972), que obtuvo por ella en 2020 el mencionado galardón.



El tomaco en cuestión lo vi por primera vez en una tienda de cómics de Madrid, donde simplemente lo ojeé. No sé por qué no lo compré entonces, pero algo se me quedó de aquel contacto, además del regusto a bocata de calamares y jarraza de cerveza, puesto que ya de vuelta al terruño decidí adquirirlo. Reconozco que no fue tanto el sugerente texto o la perspectiva de conocer los últimos momentos de un tipo como Oscar Wilde lo que me inclinó a leer esta obra sino más bien el aspecto meramente estético, es decir, gráfico, pues las aguadas de Javier de Isusi son impactantes. A partir de ahí y de esa capacidad de ambientar la historia, las peripecias del diletante irlandés me atraparon. Y es que reconozco que ignoraba los detalles de su biografía y, en particular, su encarcelamiento. John Sholto Douglas, noveno marqués de Queensberry, que quizá como aquel otro "decía con orgullo ser un bien nacido por lo cabezón con un forceps de plata", denunció a Wilde por mantener una relación indecente, esto es, sodomita, con su hijo lord Alfred Douglas. Aunque el escritor se defendió y contraatacó, todo estaba en su contra en una sociedad más o menos mojigata como la actual en la que "God save the Queen" y poco más. La sentencia poco edificante para nadie fue encarcelamiento y, para más inri, escarnio público. Durante casi dos años, Wilde vio apagarse su estrella, que no su talento, puesto que pudo escribir dos obras que se consideran maestras: De Profundis y La balada de la cárcel de Reading.  Tras varias idas y vueltas, acabaría sus días en París, donde todos lo conocerían como Sebastian Melmoth (por lo visto, un guiño literario).

Es precisamente este último tiempo parisino, transcurrido de junio de 1899 a noviembre de 1900, el que nos relata Javier de Isusi, arquitecto de formación, que irrumpió en 2004 con Los viajes de Juan Sin Tierra, y que con esta Divina Comedia, sencillamente, lo borda. Porque no es fácil construir un personaje tan extremo como Wilde, apuntalar su personalidad y su forma de expresarse, sus citas, ocurrencias y sentencias que daban siempre la nota de humor a las conversaciones en las que participaba, en ocasiones, para rubor y vergüenza de sus contertulios. Es precisamente esta una de las notas más meritorias de este trabajo monumental de documentación y síntesis hecho por el autor. 

Otro aspecto a destacar es la estructura de la obra, que resulta muy interesante desde un punto de vista narrativo ya que alterna pasajes de la biografía de Wilde con supuestas entrevistas a los personajes que lo trataron en aquellos días entre ellos los hermanos Machado o sus más íntimos amigos. Ello le da un curioso ritmo a una historia ciertamente compleja y en ocasiones un tono desenfadado y cordial muy propia del carácter del escritor, y que oscila invariablemente de la comedia al drama elevando la tensión emocional a costa de reventar en algún momento el tensiómetro o rasgar las páginas.   

Pero sobre todo, hay dos cuestiones que hacen este trabajo especialmente llamativo. Por un lado, la caracterización del personaje central que, efectivamente, resulta atractivo, sugerente, cautivador y también algo cargante y extravagante. Reconozco que nunca me ha atraído Wilde más allá de reconocerle la genialidad que me permitió sumergirme en El retrato de Dorian Grey, reírme con El fantasma de Canterville, y divertirme con los enredos de La importancia de llamarse Ernesto. Y ahora reconozco que tengo una deuda que saldar con él. Y, por otro lado, una notable ambientación en la que se nota la mano arquitecta del autor, con vistas generales, calles, interiores, perspectivas y detalles arquitectónicos con una aguada y entintado de trazo expresivo y descriptivo más que detallista que crea la atmósfera ideal. Una atmósfera en la que realidad, sueño y locura se dan la mano en pasajes de auténtica psicodelia químicamente inducida como ese viaje espiritual de tintes dantescos en el que el protagonista se embarca tras "charlar" con Rimbaud.



Me da la sensación de hacerme pequeño al hablar de cosas grandes, por eso, no voy a añadir nada más ya que poco puedo aportar sobre esta obra de Javier de Isusi, que ha sabido advertir esa estirpe dantesca en la obra y biografía de Wilde. Que los tres maestros, Dante, Wilde e Isusi guíen nuestro camino hacia el Infierno y, dicho en un tono wildeano, que allí nos espere una ronda de cervezas ya pagadas. 

 

sábado, 12 de marzo de 2022

La tierra de los hijos, de Gipi: retazos de una humanidad asolada

Los caminos tebeísticos son inescrutables, y como en tantas otras ocasiones, he llegado aquí de la mano de un colega que, un buen día y sin esperarlo, me puso en la mano el tomo que hoy me ocupa sabedor de que, por algún motivo, iba a gustarme. Y tanto me gustó, que a día de hoy me declaro ferviente gipista, gipiófilo o gipífago, que todo me vale. 

La tierra de los hijos, publicado en 2016 (yo manejo una edición de 2018), es, hasta el momento y que yo sepa, la última obra de Gian Alfonso Pacinotti, alias Gipi (Pisa, 1963), figura polifacética vinculada al mundo del cine, y que desde 2003 viene publicando una serie de trabajos en los que, al menos en los que he leído, la nota dominante es el interés por la humanidad, esto es, esa capacidad de sentir afecto, comprensión, solidaridad, etc. hacia otras personas. Esa propiedad o conjunto de condiciones que nos relaciona como humanos (amor, odio, ira, violencia, bondad, piedad...) y que nos sitúa en muchas ocasiones en una difícil controversia existencial. Y por encima de todo, en medio de este marasmo, en la obra de Gipi aparecen como un recurso argumental esencial las relaciones paterno filiales, en ocasiones tan opacas y difíciles. 



El argumento de la historia es sencillo: un padre y sus dos hijos sobreviven en un territorio devastado por lo que parece ser un virus que, en apariencia, ha borrado del mapa al ser humano, dejando tan solo unos cuantos supervivientes aislados que, en su día a día, han acabado por asalvajarse. El padre se muestra hosco y distante con sus hijos, a los que humilla, en particular con uno de ellos, con el que se comporta de un modo especialmente hostil. Los hijos saben que el padre escribe todas las noches en un cuaderno a la luz de una vela, circunstancia que les tiene intrigados. ¿Qué escribirá el padre? ¿Hablará de ellos? Y si es así, ¿qué dirá de ellos? 



En ese mundo devastado, los cuerpos muertos no se tocan, esa es la regla, y las relaciones con los pocos supervivientes que quedan son de interés, de comercio e intercambio, quedando los afectos de lado, como sucede con Aringo, un hombre avinagrado y reservado que ve con recelo a los hijos, que llegan a matarle el perro y ha robarle cartuchos de dinamita. Otra cosa es la bruja, con la que el padre tiene una relación de afecto y que siente un enorme cariño por los hijos. O los hermanos Cabezón que... Bueno, esto mejor queda para la lectura. 


Un hecho trágico llevará a los hijos a iniciar un camino motivado por la obsesión de uno de ellos por saber qué hay escrito en el cuaderno y, más aún, por saber qué pensaba su padre de él. En este camino, irán encontrándose con personas y sumiéndose en situaciones en las que Gipi indaga en los límites de la propia humanidad y en ese carácter lobuno que, según Hobbes, posee el ser humano. Y es que, llegados a un punto de la historia, los dos hermanos descubrirán que no están solos sino más bien acosados por una tribu de supervivientes, asalvajada y cruel, que profesan un credo primitivo y sangriento hacia el llamado Dios Wapo, en cuyo nombre realizan ritos macabros y sádicos, con vejaciones, torturas y amputaciones, y un especial ensañamiento contra las mujeres:

¡Nosotros los fieles!

¡Los fieles que hemos sobrevivido!

¡Sobrevivimos bajo tierra!

¡Nosotros! ¡Puros!

¡Elegidos por el Dios Wapo!

¡Nos meamos en los cerebros!

¡Puro sentimiento! ¡Puro sentimiento!

¡Alabado sea el Dios Wapo!


Como se ve, un argumentario sesudo y sin aristas, puesto que si eres el único superviviente de la Tierra y has sido elegido por el Dios Wapo puedes hacer en su nombre y literalmente lo que te salga de tus velludas pelotas. 

En resumen, estamos ante una historia que si bien no es nueva en cuanto a la situación planteada, un mundo asolado y hostil en el que los personajes sobreviven, resulta muy interesante por la manera en que está abordado y por poner el peso del relato en esa especie de macguffin en torno al valor de lo escrito y el contenido del cuaderno y de los pensamientos del padre hacia sus hijos. Todo ello permite a Gipi enfrentar a los personajes a situaciones extremas en las que se somete a juicio su integridad moral y su humanidad. ¿Qué harías tú en semejante situación?, parece preguntarnos el autor. 





En la parte argumental y gráfica, Gipi vuelve a su práctica habitual de iniciar una historia sin un planteamiento final previo, desarrollando su trabajo desde una inicial improvisación, en base a su impulso creativo, que poco a poco va adquiriendo consistencia y entrelazando los hilos argumentales que sustentarán la historia. Así, el trazo con el que nos ofrece el retrato de los hijos en las primeras páginas irá evolucionando y concretándose a medida que estas avancen con la historia. Y esta irá encaminando sus pasos hacia un final cada vez más definido. Eso sí, coherente con sus reglas éticas, Gipi establece desde el principio una serie de parámetros que se mantienen inalterables a lo largo de la historia, tanto en formato y tratamiento de las páginas, estilo, como en caracterización de los personajes, en especial los hijos, en los que coexisten cierta ingenuidad y a la vez salvajismo, como de lobeznos nacidos y criados en plena naturaleza para los que todo es nuevo y atractivo, y a la vez hostil y peligroso. Algunos detalles como que no sepan qué es una fotografía o que se crean que calándose unas gafas podrán leer el contemido del cuaderno paterno, como si las gafas fueran un instrumento de lectura automática, nos revelan la realidad de su conciencia y de su tiempo, devastado e ignorante del pasado. 

En esta ocasión, Gipi opta por trabajar exclusivamente con tinta, dejando de lado sus acuarelas, por otro lado tan alucinantes, de trabajos como El local (2005) o Unahistoria (2013). Sobre su capacidad creativa con la acuarela, dejo aquí un video en el que el autor elabora una de las páginas de Unahistoria, en concreto la número 106 según la edición que manejo de 2014. 



En diciembre de 2021 se estrenó una adaptación libre de esta obra, a cargo de Claudio Cupellini. Habrá que verla. Ahí va el trailer: 


No me queda mucho más que decir, salvo que Gipi ha entrado en mi vida para quedarse gracias a su técnica y al tratamiento gráfico pero sobre todo al enfoque argumental de sus historias tan intensas como sensibles y a esos planteamientos casi filosóficos que propone y que te hacen plantearte el sentido mismo de la propia existencia: 

Sobre las causas

y los motivos

que condujeron

al fin habrían

podido escribirse

capítulos enteros

en los libros

de historia. 

Pero después del fin

ya no se escribieron

más libros. 


El fin acaba con la cultura, con el recuerdo y con la memoria que, aún y todo, se resiste a desaparecer en los hijos. 

No sé por qué, pero esta sentencia, quizá por lo que está pasando en Ukrania y por lo que puede venir, me trae a la memoria aquella otra que se tribuye a Eistein y que no es nada tranquilizadora: "No sé con qué armas se peleará en la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras".






miércoles, 9 de febrero de 2022

IRUÑA REDIMIDA, de Hurrikrane: un thriller tragiparódico en las entrañas de la vieja ciudad

Por fin ha visto la luz Iruña Redimida (Tebeofilandia, 2022). Se trata de un proyecto editorial personal con el que continuo aquella historia que comencé a idear en 2013 y que publiqué en 2019 con el título Iruña Sumergida. En esta ocasión, abandono el formato pulp para desarrollar un relato más lineal en torno a una figura que me ha resultado fascinante: la inspectora Nora Viñes. Sola y ninguneada, tratará de resolver los asesinatos del Casco Viejo y el misterio que se esconde tras una canción, la de María, Tomasín, Ferminico y Rosalinda que entraron en la cueva y no salieron más. 

En esta ocasión, he contado además con una aliada de lujo, la propia Nora Viñes, que se ha encargado de hacer la portada y las portadillas, adentrándose en ellas en mi universo oscuro y siniestro, tan alejado de su luminosa personalidad. 


Portada by Nora Viñes

El trabajo consta de 144 páginas y he echado mano de un maquetador (Revista El Mono) y de una imprenta (Gráficas Alzate) profesionales y el resultado se nota. El punto de venta único es TBO, en las entrañas de la Vieja Iruña (Calle de la Merced, 28). Solo hay 100 ejemplares editados y están numerados, al precio de venta de 10 euros

Además, he contado con un epílogo de lujo, firmado por Javier Pérez de Zabalza, codirector del Salón del Cómic de Navarra, que copio a continuación con su permiso: 


TEORÍA DE LA IRUÑA HUECA 
No hagáis caso al lugar común: Pamplona no está muerta. Pamplona es una tumba. Un monumento funerario de losetas, adoquines y hormigón sobre la fosa común de la Historia. Si algo nos ha enseñado la arqueología urbana es que bajo el mundo que conocemos, las calles que transitamos, existen civilizaciones. O sus vestigios, vaya. Estratos y estratos de puntas de flecha y peronés del año catapún chispero. El subsuelo navarro está plagado de ancestros fosilizados. O fusilados. Además de garajes, bodegas, trasteros y bien de espacio que hacen buena la teoría de la Iruña Hueca.
Al margen de polémicas con el comercio local, al margen de su horrendo aspecto que le ha ganado el sobrenombre de ‘El rallador de queso’, uno de los ejercicios arquitectónicos más fascinantes de la moderna Pamplona es el mamotreto de El Corte Inglés, un auténtico rascasuelos al que se accede por el séptimo piso porque seis de sus quince plantas se encuentran bajo tierra. Un edificio en el que el ascensor es también descensor. Un búnker consumista que demuestra la rica vida subterránea de nuestra ciudad.
Galerías comerciales, discotecas, sociedades gastronómicas, salones recreativos, antrazos donde nunca ha dado la luz... A todos ellos se accede bajando una escalera. O rodando por ella. Kilómetros de túneles horadan la urbe y su comarca. La laberíntica red de galerías de Potasas, sí, o los corredores del complejo hospitalario; pero también aquellos que ayudaban a salvar la muralla tras el toque de queda para evadirse de la rigidez autoimpuesta. Cuenta la leyenda -y lo cuenta de prácticamente todos los conventos del país, pero resulta más creíble en nuestra pacata capital de provincias- que muchas congregaciones religiosas disponen de pasadizos bajo tierra que las conectan entre sí, o que desembocan en criptas donde se interrumpen furtivamente los embarazos indeseados de las feligresas. Lo más interesante ocurre siempre bajo la superficie. En el subsuelo. Y no nos referimos al club nocturno de la Plaza del Castillo, aunque también.
Hurrikrane lo sabe, claro. Él contempla todo cuanto ocurre fuera de la vista y participa del misterio desde su mismísimo alias, en el que se ampara para ofrecernos estos cómics (underground, por supuesto) que pueden leerse como ficción, pero también como verdad revelada. Él arriesga su vida para ofrecérnosla. Lo hizo en su primera entrega, y lo hace ahora en esta segunda de lo que promete ser una trilogía. Todo un monumento, que muy posiblemente sea funerario. Porque no podría resultar más desesperanzador. Acabada la lectura de este cómic, ¿qué ha cambiado en Pamplona? Vale, puede que el año que viene la comparsa sanferminera resulte un tanto decepcionante. Y no cabe duda de que las fuerzas de seguridad del Estado van a tener que convocar oposiciones, pero... ¿aparte de eso? Si ni siquiera la inspectora Viñes ha sido capaz de hacerlo con sus chanchullos e inconsciencia kamikaze no parece que nadie pueda acabar con la Mantis y sus huestes. Eso sí, nosotros, como lectores, somos más conscientes ahora del horror que se esconde bajo cada uno de los rincones emblemáticos que el autor retrata en sus viñetas.
Un skyline cimentado sobre un palimpsesto cultural en el que las canciones de Boni se apilan sobre cuentos infantiles pre-Disney y creaciones de Muro Urriza o Mariano Sinués. Todos ellos están presentes en esta saga comiquera, repleta de homenajes y guiños, para quien sepa leer entre líneas (telúricas). Aunque no es necesario para disfrutar de sus historias, y de esos finales -ya van dos- en que el paisaje urbano enloquece, la lógica desaparece y el suelo se abre a nuestros pies, obligándonos a descender como espeleólogos a las profundidades infernales de esa foz que es nuestro subconsciente colectivo. Si uno asoma a este kredozulo hecho de viñetas debe poner cuidado de no abismarse. Confesamos que al acabar su lectura recobramos la consciencia mareados y mirando nuestro reflejo en el zambullo.
Imagen que, por cierto, remite a la de aquel crío que quedó atascado en uno de los contenedores verticales que brotan por el Casco Viejo como estelas discoideas. ¿Recordáis? En su día se dijo que estaba jugando, pero, ¿no es más creíble que tratara de colarse en el territorio del Gran Gusano-Entibadora, ese al que cada día alimentamos neumáticamente con toneladas de residuos? Se dice que el muete jamás lo superó, que emergió enloquecido por los espantos que pudo atisbar en las entrañas de la ciudad y es posible que sea él quien hoy, ya adulto, los proclama a los cuatro vientos cual profeta comiquero de curioso seudónimo.
Os dejamos, que ha llamado el obispo. Por lo visto se ha quedado sin compañeros de pádel, y oportunidades como esta no se presentan todos los días.


Por mi parte, dejo aquí las primeras páginas del primer capítulo de siete que componen la obra, titulado "Preludio de txistu y tritono de violín": 

-Pág. 1-

-Pág. 2-


-Pág. 3-

Y dejo también, con su permiso, una de las portadillas interiores realizadas por Nora, la del capítulo 4, "La metáfora de la esparraguera":

Portadilla by Nora Viñes



En serio... ¡TE LO VAS A PEDER!









domingo, 23 de enero de 2022

Holms y Piorot: un folletín gráfico made in Jali

De crío lo flipaba con los dibujos de Sherlock Holmes de Miyazaki. Así fue como entré en el universo del más famoso de los detectives. Era escuchar la intro y alucinaba. Aún se me escapa una lagrimita de nostalgia. Ains!!! Por eso, el otro día, cuando vi en el estante de TBO la nueva obra de Jali, no dudé ni un segundo y la compré. Hoy toca hablar de Holms y Piorot (Diábolo Ediciones, 2021). Sobra decir que Holms y Piorot son las versiones paródicas del violinista de Baker Street y del chocolatero de Whitehaven Mansions -cosicas de los derechos de autor y propiedad intelectural-.  Pues eso, que sobra decirlo. 



Y es que, al nostálgico recuerdo que me produce este detective, cuyas aventuras conocí más adelante en películas y, claro está, relatos, se suma otro nostálgico recuerdo. Resulta que siendo un mocete tuve ocasión de contemplar dos páginas originales de Jali, las de aquel "hijo bastardo de Peter Pan" que se publicaron en el fanzine Detritus tremens. Ya entonces aluciné con su estilo, con aquel dominio de las tintas, los claros y oscuros y con su capacidad narrativa. Desde entonces he seguido su trabajo. Siempre me ha gustado esa mezcla entre realidad y sueño, ese humor negro y, a la vez, ese inocente tono de cuento o relato infantil de sabor macabro, timburtoniano, que tiene su obra.

¡Qué decir de ella! Pues que es muy abundante y, además de trabajos para revistas, fanzines e ilustraciones, cuenta ya con un buen número de tomos esenciales para los buenos aficionados al cómic. Vale, para gustos los colores y esas cosas, pero es que su obra es alucinante. Recuerdo aquella descacharrante Necrópolis (1997), y su póker de ases, Igor Mortis (2000), Pl*xi*gls (2004), El último viaje de Olivier Duveau (2009) y Malaria (2016), que ahora es repóker con Holms y Piorot.

Es verdad, como dice Jordi Canyissà en el epílogo de la edición, que quizá esta obra sorprenda a los seguidores de Jali por el estilo gráfico o por la temática, pero rápidamente se reconoce su marca inconfundible. Es como un idioma que no se habla en tiempo, que al principio cuesta articular pero que enseguida fluye con naturalidad. 

En este folletín gráfico, magnífica aportación al género de la parodia, Jali rinde tributo a dos de los grandes detectives de la historia de la literatura a quienes, encarnados en Holms y Piorot, une en un misterioso caso que está sembrando de cadáveres o mejor dicho, de partes de cadáveres, las calles de London City. Se advierte que Jali ha mamado la literatura de Conan Doyle y de Agatha Christie y también sus adaptaciones fílmicas y televisivas creando a su vez su propia versión cómica de ambos personajes a los que caracteriza icónica y sicológicamente: el Holms adicto a las drogas, desordenado y caótico pero de brillante mente deductiva; y el Piorot, adicto al chocolate, ordenado y pulcro, y tenaz en indagar en la sicología de los criminales. 

Ambos, por azares del destino que no vamos a spoiliar, se ven envueltos en un misterioso caso que les llevará a recorrer una Londres que, en mi opinión, es una de las grandes aportaciones gráficas de esta obra. Una ciudad nublada que se convierte en una protagonista más a través de sus calles, edificios emblemáticos que sirven de skyline, callejuelas y antros de hampones, donde ambos detectives, el inspector Lestrapp y algún que otro personaje más dan pie a esta alocada y desternillante aventura gráfica de sorprendente final. Aventura, acción, constantes guiños literarios y un gracioso uso del leguaje dan a esta historia un tono divertido y gamberro. 

Gráficamente es una gozada. Además, en un anexo final, Jali revela su método de trabajo mediante bocetos y secuencias en las que desgrana cómo ha realizado y compuesto sus viñetas, que siempre me ha parecido que tienen algo de artesanal, de oficio.  Lo dicho, una gozada!!!

Por cierto, como me compré el cómic en TBO, me agencié uno de los dibujos originales y firmados que te dan con la compra. ¡¡Rápido, que ya no quedan muchos!!


Dibujo original de Holms y Piorot. By Jali (It´s Mine)