Búsqueda

"La televisión ha hecho maravillas por mi cultura.
En cuanto alguien enciende la televisión, me retiro y leo un buen tebeo".

(Groucho Marx, de niño)


Iruña Sumergida (Hurrikrane) Me interesa un ejemplar

Sacamantecas (Altu y Hurrikrane) Me interesa un ejemplar

martes, 23 de mayo de 2023

El pasadizo, de Lemire y Sorrentino. Un viaje a la profundidad de nuestros traumas

De las películas de terror, hay un subgénero que me causa especial desasosiego. Se trata de las protagonizadas por gente de la tercera edad. Creo que es un poso que me quedó después de ver Psicosis (Hitchcock, 1960), y aunque en realidad la madre asesina es el hijo, algo quedó sembrado en mi interior, alimentado después por los vecinos metomentodo de La semilla del diablo (Polanski, 1968). Más recientemente otras películas del tipo La visita (Shyamalan, 2015) o Los ancianos (Fetscher, 2022) han terminado de sazonar mi trauma. 

Se supone que las personas mayores son el último refugio de la experiencia y de la bondad, pero lo cierto es que siempre he pensado que el día que a los yayos, yayas y yayes se les hinchen las colganderas se va a armar aquí la de Dios es Cristo, y amén. Y si no, para muestras, "La rebelión de los bastones" (Iruña sumergida, 2019), o "La banda de las abuelas" de los Monty Phyton. 

Esta intro tiene su explicación, ya que el cómic del que hablo hoy tiene algo de terror yayuno. Se trata de El pasadizo, de Jeff Lemire, Andrea Sorrentino y Dave Stewart (Astiberri, 2023), primer título de los Mitos del huerto de los huesos, con los que la editorial nos promete un nuevo universo terrorífico. 



La portada y la contraportada prometen, por aquello de que la mano parece la de Fátima tatuada (en realidad es un dron) y el cuervo devorando unos globos oculares sobre una roca siempre resulta efectivo. El tratamiento gráfico es impactante, a base de un dibujo espectacular aunque quizá demasiado dependiente de la fotografía, y con un color tirando a plano aunque con detalles de texturas bien logrados. El ritmo es bueno y la historia te va captando viñeta a viñeta, página a página. 

Hablando de la historia, es relativamente sencilla. Un geólogo, con trauma infantil, es enviado a un islote en el que se yergue un faro y en el que han encontrado un pozo sin fondo. En el islote solo vive Sally, una anciana greñuda y fumadora con malas pulgas que de vez en cuando recibe la visita de su hermano, que es quien lleva en un barco al joven a su destino. Cabe señalar que el trauma infantil tiene que ver con el ahogamiento de su madre en el mar y la pérdida de sus ojos, que aparecen flotando en el agua, imagen recurrente que traumatizará al geólogo cada vez que cierre los ojos, como tiene que ser. 

El pozo acaba siendo el eje central de la historia. Un pozo a lo The ring (Verbinsky, 2022) pero sin muchacha asomándose desde las profundidades, ni cinta de video ni llamada telefónica intempestiva, aunque también con faro. El pozo, esa conexión entre lo terrenal y lo infraterrenal, nos atrae irremediablemente, como el precipicio de Sartre. Es una especie de entrada al laberinto donde nos encontramos con nuestro otro yo, que siempre acojona y por eso lo guardamos bien oculto y encerrado en una caja de caudales con siete llaves. La historia tiene algo de viaje iniciático, como si el personaje entrara en su subconsciente, en plan La celda (Singh, 2000), que siempre me ha parecido un peliculón. 

Todo esto ha regresado a mi mente leyendo esta historia y sintiendo el rostro de Sally, con esos ojos sin globos, esa cuenca oscura que araña su rostro y se funde con la oscuridad de sus arrugas. Por supuesto, no falta el momento en el que Sally (Sal) pulula desnuda a la luz de la luna hablando para sus adentros con alguien que, es lo peor, parece responderle desde la profundidad de su mente, o quizá del pozo. 

La obra vence por la potencia de sus imágenes, su ritmo y por el color más que por el argumento, pero resulta un entretenimiento agradable, si es que en la oscuridad de un alma oscura puede habitar algo agradable. 

El pasadizo es un cómic que se lee y degusta rápido, como un pincho con una caña pero, qué decir tiene, que saben a gloria. Espero con ganas la continuación de esta colección de relatos. Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Además, para mejorarlo, Astiberri ofrece un avance bastante generoso en su web, que enlazo aquí. ¡Qué más se puede pedir!