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En cuanto alguien enciende la televisión, me retiro y leo un buen tebeo".

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jueves, 2 de junio de 2011

Jiro Taniguchi o la intimidad compartida


De Jiro Taniguchi tan sólo he leído, lo reconozco, El almanaque de mi padre, historia que la editorial Planteta presento en su Biblioteca Pachinco en tres tomos en 2001-2002. El trabajo data de 1994 y, aunque no resulta suficiente para poder dar una visión general de la obra de esta autor que, me consta, tiene muchas otras cosas, me veo en la necesidad de opinar sobre él que, a mi parecer, es de lo más personal e íntimo que he leído en mi vida. Y digo, una vez más, leer, puesto que lo que Taniguchi ofrece en las páginas de su almanaque es una maravillosa novela gráfica.
En un epílogo, añadido en el tomo tercero de la colección, y que Taniguchi firma el 14 de octubre de 1994, el autor nos abre sus sentimientos, algo muy de agradecer en este mundo en el que el personal va por la vida chuleando de lo lindo, y nos cuenta la génesis sentimental de la historia. Nos dice que tras mucho tiempo, 15 añazos, regreso a Tottori, su pueblo natal, a donde no había acudido por motivos de trabajo. Un tanto arrepentido por ello, y movido por la insistencia de un amigo, aprovechando que tenía que ir a Kioto para hacer las localizaciones de un manga, aprovecha para pasarse unos días y visitar a sus padres con los que, reconoce, no se ha portado demasiado bien. Los sentimientos y los recuerdos despertados en este reencuentro inspirarían esta obra de la que hoy me ocupo.
Como va siendo habitual en este blog, no voy a desvelar el intringulis del asunto. Animo a la compra y lectura de esta muy interesante historia. El hilo conductor es, en apariencia sencillo. Yoichi, que trabaja en Tokio, recibe un día la noticia de que su padre ha fallecido. Como el autor, llevaba 14 o 15 años sin ir al pueblo, lo que en apariencia explica la frialdad con la que recibe la noticia. Animado o, mejor, empujado por su mujer, que para estas cosas parece tener más cabeza, decide acudir al velatorio. Como al autor, al protagonista le impresiona el cambio experimentado por el pueblo en tal largo período de tiempo y, seguramente como el autor, comienza a reconstruir mentalmente lugares y experiencias pasadas. En la literatura, el cine y los cómics hay viajes de descubrimiento, de aprendizaje, iniciáticos y cargados de aventuras pero también, como en éste, hay viajes íntimos en los que el protagonista desarrolla un proceso de autoconocimiento y, sobre todo, de conocimiento sobre personas y hechos del pasado que, gracias a la experiencia adquirida por el paso de los años, son contemplados con otros ojos. Realmente, creo que todos podemos afirmar esto.
Mediante continuos flashbacks, Yoichi profundiza en su biografía y, muy especialmente, en la relación con su padre, un peluquero, hombre trabajador y dedicado que, aunque comete algunos fallos en la vida -vamos, como todos-, no deja de aparecer como un buen tipo. Excusado es decir que la imagen que de él tiene Yoichi, gracias a sus recuerdos y a lo que de él le relatan sus familiares y amigos, terminará cambiando. Ciertamente, el final es lo de menos. En esta historia no se descubren grandes terosos de los Iluminati ni se salva al mundo de la hecatombe. Lo importante en ella es el proceso y el modo en el que Taniguchi nos cuenta la/su historia y la transformación existencial de Yoichi.
Taniguchi conduce bien la historia. Decir algo sobre su capacidad narrativa carece de sentido, dado que es uno de los autores más reputados. Lo mismo puede decirse de su parte gráfica. A mí, personalmente, no me parece el mejor mangaka del mundo, pero no cabe duda de que es un magnífico dibujante, pulcro y detallista, que trabaja los escenarios, se documenta gráficamente y, en cuanto a sus personajes, los dota de una verdadera personalidad. Su dibujo es bastante limpio, las tramas son empleada con economía y el juego de planos y la composición de las páginas conceden ritmo a la lectura.
No sé muy bien el motivo, quizá porque me identifiqué en algo con el protagonista, pero a esta obra le tengo un especial cariño y no dudo en recomendarla a todos quienes quieren aproximarse a otro tipo de manga, diferente al más habitual que, por otro lado, merece todos mis respetos. El almanaque de mi padre es una obra adulta, sin duda. No en el sentido de que sus contenidos estén catalogados con dos rombos (esto deja muy claro de qué generación soy), sino porque lo que se cuenta es adulto, profundo e íntimo. Una historia de hechos reales y complicados, de sentimientos encontrados y, por qué no decirlo, de alguna lagrimilla floja.
Como he señalado, no he leído nada más de Taniguchi, por el momento. Tengo en la reserva algunas obras a las que les quiero echar el guante. Este dibujante, que empezó como asistente del también dibujante Kyota Ishikawa, ha producido bastante. Incluso una serie titulada Ícaro a partir de textos de Moebius. Hay dos títulos que espero leer en breve y sobre los que escribiré en su momento, espero: Barrio lejano y El gourmet solitario. También sé que hace años la revista El Vibora publicó algunos capítulos (o quizá todos) de El caminante. En fin, a ver si me pongo las pilas y, como siempre, estoy abierto a cualquier recomendación.
Para poneros los dientes largos, arriba dejo la primera página de la historia. Por otra parte, en algún lado de este blog hay enlaces a páginas web y blogs relacionados con este autor y con su obra. Espero que os gusten.