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"La televisión ha hecho maravillas por mi cultura.
En cuanto alguien enciende la televisión, me retiro y leo un buen tebeo".

(Groucho Marx, de niño)


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domingo, 26 de diciembre de 2021

Alcatraz de la A a la Z: historias en torno a la prisión más famosa del mundo

Se nos va el año y se nos va la vida y aún hay muchos cómics por leer y muchas historias por contar. Y para muestra, un nuevo cómic nacido en el hastío del confinamiento de 2020 a causa del puto virus que nos jodió la vida y que sigue dando por saco. En ese tiempo, además de ser propicio para beber cerveza, comer pizza y consumir papel higiénico como si no hubiera un mañana, entre el desasosiego de unos medios de comunicación que anunciaban la hecatombe y la realidad que causaba estragos, también hubo creatividad, tiempo de sobra para madurar esas ideas que aguardaban en el cajón; esa sensación de "ahora o nunca" que precede a la creatividad. Pues bien, hoy la entrada está dedicada a una de esas ocurrencias "made in pandemia"; a una de las buenas. 



Hace apenas una semana y poco, se presentó en el palacio del Condestable, en el corazón de la Vieja Iruña, el tomo Alcatraz de la A a la Z (Apache Libros, 2021) parido por Javier Pérez de Zabalza con la colaboración de 14 artistas que han dado imagen gráfica a sus guiones, todos ellos centrados en torno a un tema tan actual como antiguo: el encierro humano en los presidios y, en concreto, en uno muy significativo, por lo grandilocuente y mediática que ha sido su historia, la prisión de Alcatraz. 

Historias, ocurrencias, realidades, ficciones, citas y referencias literarias, cinematográficas, musicales, y, por encima de todo, pasión por un tema y documentación, mucha documentación. Todo ello tratado con seriedad, con sorna, con humor, acentuando el drama de experiencias y vivencias diversas con protagonistas de todo tipo. Desde los míticos presos, tipo Al Capone, Bill Baker, los hermanos Anglin, Frank Morris, Rufe Persful y otros tantos; a actores vinculados al presidio como Clint Eastwood, Patrick McGoohan, Sean Connery, Ed Harris y Nicholas Cage, entre otros.

Pero, además, hay otros protagonismos, anónimos o desconocidos, que trascienden la realidad del islote y nos revelan otras realidades en torno al presidio, como la de aquellas personas que se empeñaron en superar a nado la distancia entre la Roca y San Francisco, echando por tierra la propaganda del lugar, tales como Jack Lalanne, Anastasia Scott, Gloria Scigliano, Doris MacLeod o, como no, David Meca.

Otras historias se centran en cuestiones ignoradas, como la vida de los niños y familias de los funcionarios de prisión, también cautivos en la isla; el [mal]trato de la comunidad china en San Francisco, o aquella bella quimera que fue Indian Land cuando los nativos americanos reclamaron el derecho a establecer una comunidad en el islote tras su abandono por las autoridades que, como tales, no dejaron de dar nunca por saco, impidiendo el sueño que, a pesar de todo, animó el movimiento Red Power. 

Javier Pérez de Zabalza, apasionado del cómic y de la prisión de Alcatraz, elabora 16 historias, sazonadas de citas y guiños, que cuentan con la complicidad de 14 artistas, a saber: Goizane Herrera, Ignacio Redondo, Irati FG, Itziar Repáraz, J. J. Chas, Javier Ramos, Jorge Esteban "Jorgiot", Joseba Beramendi "Exprai", Jotajota Aos, Mikel Murillo, Mikel Santos "Belatz", Pedro Osés, Pol Gillén y, merece una mención especial, Adriá Llahí, autor de tres de las historias, y diseñador y maquetador de la edición. 

Un lujazo, pero no solo por las historias, por los dibujos y el disfrute que causa la lectura de una edición cuidada en todos sus detalles, sino también porque supone un trabajo que reúne a autores y autoras de varias generaciones, con mención especial a figuras históricas de nuestro cómic como Pedro Osés o J. J. Chas, ahí es nada. Asimismo, el álbum ha permitido retomar el dibujo a autores que lo habían dejado de lado durante años o, incluso, enfrentarse al reto de elaborar un cómic a autores y autoras procedentes de otros campos. En definitiva, un trabajo que destila la pasión puesta en el mismo por todas las personas que han colaborado en él. 

Y como prueba de la dimensión de ese entramado de historias, de toda la apabullante documentación e información que se desprende de cada relato, diré que en mi cabeza sonaron los acordes de The prisioner, de los Maiden, cuando leí la referencia a la serie británica El prisionero: "I am not a number, I am a free man". ¿Qué curioso no? Ahora que somos solo números, los de la pandemia, contabilizados sin ningún tipo de contemplación por los medios, sin reparar que detrás de cada insignificante cifra hay toda una vida, toda una red de relaciones, sensaciones, emociones, de proyectos truncados. Somos solo números y no personas libres. Menos mal que este volumen y las historias que encierra nos hacen reflexionar sobre nuestra humanidad y lo paradójica que resulta a veces. 

A disfrutarlo!!!





sábado, 16 de octubre de 2021

Un sueño infantil de Paco Roca: El invierno del dibujante

De pequeño leía sobre todo tebeos de Bruguera. Lo hacía extasiado por las historias que allí se contaban, desde las travesuras de los cabroncetes gemelos Zipi y Zape a las alocadas peripecias de los desastrosos agentes de la TIA, o del no menos desastrado Anacleto. Por allí se colaban Carpanta, las hermanas Gilda o doña Urraca y nombres de autores como Vázquez, Raf, etc., amén de Escobar e Ibáñez, para mí en aquella época, los dioses del Olimpo.



Todo aquello me parecía mágico y yo leía aquellas historias de manera autómata y claro está, como muchos jóvenes de mi edad, comencé a hacer mis primeros dibujos tratando de emular a aquellos genios e ignorando del todo los sacrificios y desvelos de la profesión.

Estoy leyendo ahora Siempre tendremos 20 años, del siempre interesante Jaime Martín, donde desvela sus desvelos en los inicios de su trayectoria. Un elocuente retrato de la juventud barcelonesa en la década de 1980, sazonada de heavy, greñas, porros y birras, de sueños y desengaños, donde se describen los duros inicios del dibujante. Dedicaré una entrada a este lectura. 

Algo, mucho de esto hay en El invierno del dibujante, de Paco Roca (Astiberri, 2010, edición 10º aniversario de 2021), magistral retrato de la Barcelona de los años 50 y de una de las generaciones de dibujantes más importantes de la historia del cómic en España. 

Roca, de una manera valiente y documentada, y con su inconfundible estilo naif, radiografía uno de los episodios más desconocidos y a la vez reveladores de la realidad del dibujante de tebeos en la España de la dictadura: la aventura fallida de emancipación profesional de cinco autores de la todopoderosa fábrica de sueños Bruguera. 

En 1957, cinco pilares de la editorial Bruguera decidían iniciar su propio proyecto editorial. Se trataba de Josep Escobar, Guillermo Cifré, José Peñarroya, Carlos Conti y Eugenio Giner. Reconozco que más allá de Escobar, los otros cuatro no me decían gran cosa, si bien he puesto remedio a mi ignorancia descubriendo la calidad de estos autores y comprendiendo mejor la relevancia del cisma narrado por Roca. Y es que lo que hicieron estos titanes es como cuando Lutero le dijo al Papa “tírame del dedo”. Bueno, vale, de acuerdo, quizá sea exagerada la comparación, pero en términos tebeísticos aquella aventura fue la repanocha.



Los susodichos cinco autores eran la columna vertebral de Bruguera y su título de cabecera, Pulgarcito. La industria era boyante, pues en una dictadura había pocas formas de evadirse, y entre pantano y pantano y represión y represión los tebeicos pasaban desapercibidos para la opresora censura que, en su maniquea ignorancia, pasó por alto los zascas que le metía el bueno de Carpanta a la hambruna y escasez de recursos, o el no menos bueno de Jorge (Miguel Bernet), que se partía la caja a costa de ese personaje paródico como fue doña Urraca, según se cuenta, inspirado en la dirigente carlista María Rosa Urraca Pastor.



Las motivaciones del proyecto son reveladoras, pues ponen sobre la mesa la realidad laboral del dibujante en aquella época. La dictadura había golpeado a algunos profesionales de la industria, como Escobar o Víctor Mora, que fueron encarcelados por su militancia, por lo que se entiende aún más la rebeldía frente al autoritarismo de una editorial que secuestraba perpetuamente los originales y derechos sobre los personajes creados limitándose a una remuneración que nunca era suficiente, y menos si eras un vividor como Vázquez, que tuvo su encarnación fílmica en el inefable Santiago Segura (El gran Vázquez, 2010). En una reunión de los disidentes se hará afirmar a Escobar toda una declaración de principios: “los originales son el símbolo de nuestros derechos sobre nuestro trabajo”. Los mismos originales que unas páginas más adelante se propone destruir la editorial debido a que ocupan espacio. En una reunión entre el director de publicaciones, Rafael González, y uno de los hermanos Bruguera este reconoce que la lucha por los derechos sobre los personajes, de ser seguida por otros autores, “podría ser un incendio difícil de apagar”.

La estampida de los cinco disidentes se materializó en la revista Tío Vivo, una de las de mayor calidad del momento. No obstante, la presión ejercida por Bruguera en el sector, impidiendo su correcta distribución, el hecho de que los personajes más conocidos de los cinco autores continuasen publicándose en Pulgarcito, y turbios procedimientos más propios de la mafia y que comprometieron, según se da a entender, a figuras maleables como Vázquez, llevaron al fracaso a la nueva revista.



Como telón de fondo se ven las inquietudes y rivalidades de la vieja generación de dibujantes frente a la nueva. En una conversación entre Peñarroya y Escobar, este manifiesta que las historias de los jóvenes “ya no tienen crítica social”. “Es el absurdo por el absurdo”, sentencia, replicando Peñarroya que quizás son ellos quienes están desfasados: “ya nadie pasa hambre como Carpanta”, concluye.

La estructura narrativa por la que opta Roca no es lineal sino que recurre al flashback para ir salpimentando la historia con aquellos ingredientes que vienen al caso. Roca no es maniqueo. Pese a que Rafael González, director de publicaciones, puede resultar antipático, finalmente se comprende su forma de ser y se revela una vocación frustrada como escritor; Víctor Mora resulta un tipo simpático y fiel a la empresa; en cambio, Vázquez, presa de su desastrosa vida, del que se cuentan varias anécdotas, se perfila finalmente como un títere de Bruguera que obra contra los disidentes. 

Lógicamente, la salida de los cinco tránsfugas dejó en pañales a Bruguera, que tuvo que contratar nuevos talentos, entre ellos Francisco Ibáñez y Joan Rafart “Raf”. Es muy interesante la conversación que mantienen en una terraza de Barcelona a finales del verano de 1957, consumado el cisma, donde ambos valoran la posibilidad de fichar por  Bruguera. Lo consiguen, pero su integración no será fácil. A Ibáñez le muda “la color” cuando se entera que Escobar, Cifré, Peñarroya y Conti -que no Giner- regresan al redil, quizá por creer peligrar su puesto; ni tampoco se lo pondrán fácil los hijos pródigos que se mofarán de que su estilo sea muy parecido al de Vázquez. 

Roca ahonda con nitidez en los entresijos de una época tan dorada del cómic español como aciaga para la sociedad; donde la profesionalización del sector era una realidad siempre que se asumiera la bajada de pantalones que imponía el cheque; donde cada página dibujada valía lo que cada uno estuviese dispuesto a renunciar de una propiedad intelectual que era un espejismo; donde, en definitiva, ser dibujante era una profesión precaria en un sector enormemente lucrativo.  

Antoni Guiral recuerda en la edición de 2021, que es la que manejo, que en la España de 1957 el dibujante era un "obrero de la viñeta" y no un artista. Hoy nadie duda de esta cualidad, pero a mí lo de "obrero de la viñeta" me gusta más, porque realmente define mejor el proceso creativo que supone la elaboración de un dibujo, de una viñeta, de una página... En cualquier caso, es cierto que ese estatus significaba en 1957 un escaso reconocimiento social y laboral pese al trabajo a destajo que imponía la editorial. Pero posiblemente haya sido esa manera de trabajar la que haya fortalecido el oficio de los que, durante décadas, han dado forma a nuestros sueños a través de sus dibujos. Es más, como reconoce el propio Paco Roca, este álbum le ha servido para cumplir un sueño infantil, haciendo la historia de los dibujos de aquella editorial, Bruguera, que en su imaginación "era algo tan maravilloso como la fábrica de chocolate de Willy Wonka".

Un buen retrato de la historia de estos tebeicos que nos gustan tanto. de manos de uno de sus máximos autores. Todo un lujo. 

Que ustedes lo disfruten.

viernes, 10 de septiembre de 2021

EL HÉROE, de David Rubín, o la reconstrucción del mito clásico

Un año más, tenemos el lujazo de contar con el Salón del Cómic de Navarra, repleto de exposiciones y actividades, entre las que sobresale la exposición retrospectiva dedicada a David Rubin, comisariada por Asier Mensuro. ¡Alucinante! Por cierto, alucinante también el cartel del Salón, obra de Laura Pérez. 

Se trata de la exposición más grande de las que ha acogido el Salón en sus ya doce años de vida además de la más amplia sobre este creador ourensano de fama internacional. Repleta de trabajos originales y reproducciones de gran formato de algunas páginas y portadas, muestra una trayectoria de 15 años de “sacrificio y ascensión”, como reza el título de la expo. 


Imagen de la exposición

Pero más que su obra, lo que más atrae de Rubín es su personalidad. Los que asistimos a la firma de ejemplares que tuvo lugar el pasado sábado en el santuario del cómic iruñés, esto es, TBO, pudimos compartir unos minutos con el autor que, pacientemente atendió a todas y cada una de las personas que nos reunimos. A mí la espera no se me hizo larga, porque estuve charlando de cómics con la gente, pero sí tenía ganas de conocer al autor, y no me defraudó. Rubín es un tipo amable con sus fans; más aún, un autor que cuida mucho a sus fans. Incluso a quienes, como yo, empezamos a leer su obra ahora. Es un cuarentón atractivo, es decir, una persona que atrae o tiene la fuerza de atraer, que despierta tu interés, igual que su trabajo. Dice Paco Roca en el prefacio del primer tomo de El héroe (Astiberri, 2011) que solo emociona el dibujante que disfruta dibujando. Pues bien, está claro que Rubín la goza. Ya lo pude ver en el dibujo con el que me dedicó el ejemplar de la obra mencionada. Trazos veloces y precisos de color y zas… medio rostro de Heracles me agradece que lea su obra. ¿Se puede pedir más?

Yo entré en el universo Rubín hace muy poco y fue a través de Beowulf (Astiberri, 2013), relato épico con guion de Santiago García. El dibujo rotundo, el color como elemento constructor, ese tono entre naif y macabro, rudo y violento, atento a la épica de una historia de guerreros nórdicos, dragones y monstruos, me cautivó. Y El héroe (de momento he leído su primer número), me ha confirmado como seguidor suyo. 



A la espera de leerme el segundo tomo, que ya voy tarde, comprendo que se trata de una novela gráfica que, antes que nada, es un homenaje a la propia niñez del autor, a su propio camino de superación y al propio mundo de los superhéroes, con Jack Kirby a la cabeza. Precisamente, fuer Kirby el icono que eligió Rubín para el mural que realizó en la edición de este año del Salón del Cómic de Navarra. 



No puedo decir mucho más, a la espera de culminar la lectura de esta apasionante historia, adaptación libre del mito de Heracles con atinados toques de actualidad. Narra el nacimiento y crecimiento del héroe, marcado por su destino, por la obediencia al capullo de Euristeo, que le irá exigiendo superar las diferentes pruebas, serán doce en total. Sabido es que este deber de Heracles está condicionado por el hecho de haber nacido después de aquel por decisión de Hera para joder a Zeus, pero esa historia está en la Wikipedia y para qué contarla aquí. Lo que importa ahora es la obra de Rubín, su capacidad para renovar el mito clásico. Si Uderzo y Goscinny le dieron su toque en Las Doce pruebas de Asterix (1976), y la Disney le dio un punto (1997), Rubín ahora le mete caña a ritmo de licor de café y rock and roll. Rubín es el héroe de su historia, el que ha superado las pruebas a base de sacrificio, el que tras luchar contra el mundo y contra sí mismo se alza en el Olimpo de los autores. Por mérito propio. 

Ese niño que soñaba con crear escenas de lucha a lo Kirby (precioso homenaje a su niñez en la página publicada junto al prefacio de Roca) es ahora el que nos inspira a ser como él. Ese es el camino del héroe. 








lunes, 2 de agosto de 2021

¡Snikt!: un lobezno a lo Nihei

La fórmula es, sin duda, atractiva: Nihei, uno de los autores de manga más personales e interesantes, y Lobezno, el mutante más carismático y cojonudo de todos. No era la primera vez que oriente y occidente se unían, si bien los proyectos anteriores no habían cuajado del todo (por ejemplo, Kia Asamiya y Uncanny X-Men) y era cuestión de intentarlo de nuevo con uno de los mangaka de moda. Así que se propuso a Nihei salir de su zona de confort aunque, realmente, lo que hizo fue llevarse al bueno de Logan a dicha zona y hacerlo vivir una aventura al más puro estilo Blame-Biomega-Abara-etc. Y claro, me pudo la curiosidad. 


Con Logan no solo experimentó el ejército sino que experimenta todo el mundo, resultando algunos trabajos un forzado ejercicio argumental que, en ocasiones, resulta algo casposo, como el título Lobezno en la guerra civil española subtitulado Sangre, arena y garras (que solo falta, y olé), parido por Larry Hama y Marc Silvestri que leí por curiosidad y la curiosidad mató al gato. Temía por tanto que este ¡Snikt! (título onomatopéyico, tan habitual en el autor nipón, que en esta ocasión hace referencia al "desenvainado" de las garras del mutante) fuera un experimento fallido. Pero claro, el trabajo estaba en manos de Nihei y eso ya era de por sí una garantía de que, al menos gráficamente, merecería la pena. 

Como era de esperar, Nihei se lleva al personaje a su terreno, donde es un genio. Personalmente me gustaría ver algún trabajo suyo que se saliera de su particular universo, pero lo cierto es que nunca le he pedido a Iron Maiden que componga tangos, así que me parece lógico que el autor desarrolle su trabajo en un mundo que, por otro lado, le corresponde como creador. Es lógico, por tanto, que opte por adaptar al mutante a su mundo y no al revés. 

La historia comienza con Logan paseando por Nueva York, ufano y tranquilo, viniendo o yendo a hacer sus cosas de mutante, cuando así, por las buenas, sin previo aviso y con cierta alevosía, se topa con una joven llamada Fusa que, cosa normal, le pide que le dé la mano. Logan accede porque sí y de repente es teletransportado a Dios sabe donde con tan mala suerte que suelta la mano de la chica antes de tiempo. Esta aparece en una especie de bunker subterráneo y Lobezno se precipita por una megaarquitectura con vistas espectaculares a un inmenso páramo desolado. La bucólica escena es interrumpida por la aparición de una especie de monstruo mutante al más puro estilo Nihei y a partir de ahí la acción se desarrolla a ritmo de zarpazos, disparos y hostias varias sin solución de continuidad hasta el desenlace final. 




Logan es localizado y llevado a una especie de refugio subterráneo, donde Fusa y los supervivientes le explicarán qué sucede y para qué lo han traído, y ahí vamos. El lugar en el que se encuentra es el futuro de La Tierra, que ha sido devastada por el Mandato, que la atacó en 2047 (encontrándose ellos ahora/ entonces en 2058). Los mandato, que así se llaman los angelicos mostruosos, son en realidad una enfermedad mutante creada en un laboratorio con el fin de desarrollar un microorganismo capaz de descomponer de manera natural y segura los materiales tóxicos que envenenaban La Tierra. Dicho microorganismo se desarrolló a partir de bacterias de cepas comedoras de carne que, eso sí, en teoría respetaban el magro humano. Para albergar esta nueva forma de vida carnívora sintetizaron un contenedor -orbe- pero el bicho, una vez lo alojaron y como un amigo que se te apoltrona en el piso para unos días, adquirió inteligencia y dijo, a vivir que son dos días. De manera que dotándose de un cuerpo físico de aspecto zombiesco decidió darse el gran banquete a costa de las personas de este país llamado mundo deleitándose en la diversidad de sus sabores y olores. Para colmo, el virus es contagioso y muta a los humanos que lo contraen. Los mandatos no se reproducen sino que son reproducidos todos ellos por la Primogenitora, de manera que, como en toda colonia de bichos, si se acaba con ella, adiós al grupo. Y claro, y aquí es donde entra Logan, los mandatos y la Primogenitora solo pueden morir si se destruye el núcleo-orbe con un material concreto, sorpresa, sorpresa, adamantium. Resulta que escasea en La Tierra y Logan, que lo tiene para dar y tomar, es el arma perfecta para poner fin a tan macabra y curiosa situación.




Este argumento permite a Nihei deleitarnos con sus creaciones, con mandatos que han sabido generar todo tipo de aspectos, armas y capacidades, como volar, y página a página se suceden esos dibujos alucinantes que le caracterizan. La historia, como tal, no está mal, aunque es una excusa para que Nihei desarrolle su particular universo. Es, en cierto modo, un aquí te pillo aquí te mato pero, tras la primera lectura, en la que la trepidante acción te absorbe, se recomienda una segunda, tercera, cuarta o cuantas se quieran en las que uno se detiene en cada detalle, en cada viñeta, en esas arquitecturas imposibles, en esos escenarios pos apocalípticos y en esos monstruos que, en sí mismos, son un portento de diseño. 

El volumen, publicado por Panini Comics, recoge las cinco grapas que componen la historia, y, al dibujo de Nihei se añade el valor del color, de Guru eFX, que le da un punto. En conjunto, tratar de unir la estética y el ritmo del manga al del cómic de Marvel es complicado, algo así como la cuadratura del círculo, pero, en conjunto, el experimento no defrauda. Para los que somos fans de Nihei, la historia aporta una nueva línea argumental a su particular universo; y para los amantes de Lobezno, es una ocasión única para ver al mutante enfrentarse a nuevos retos. 

A disfrutar...


miércoles, 30 de junio de 2021

Uzumaki, una obsesión gráfica de Junji Ito

Pongamos el caso, no sé, de un pueblo japonés costero llamado Kurouzu en el que la vida tranquila se ve alterada por una extraña maldición: la maldición de las espirales. Espiral va, espiral viene, y vuelta a vuelta con las espirales. Jamás imaginé que una línea curva que describe varias vueltas alrededor de un punto alejándose cada vez más de él daría tanto juego. Hay que joderse con las espirales. 

Pero es que una espiral, además de la susodicha línea curva que gira y gira hasta marear, es una sucesión creciente de acontecimientos. Y eso es exactamente lo que es Uzumaki: una espiral de acontecimientos trágicos en torno a las espirales. Vamos, para acabar cayéndose de la silla con tanta vuelta. 





Cuando de crío las dábamos en matracas nunca llegué a pensar que pudieran generar semejante pitoste en el ingenio de un autor. ¡Mangaka tenía que ser! Y es que esta forma tan presente en nuestro día a día (basta con echar un vistazo alrededor) ha generado una de las obras más siniestras y oscuras que he tenido el gusto de leer. Me la pasó un colega y, sinceramente, cuando empecé a leer sus páginas del revés, esto es, a la japonesa, me dije: “a ver cómo resuelve este argumento el colega Junji en un tomaco de este calibre”. Pues bien, como era de esperar, iluso de mí, lo resuelve.

La espiral determina obsesivamente el devenir del referido pueblo nipón, Kurouzu, de sus habitantes y, particularmente de Kirie Goshiwa, una jovencita que ha tenido la mala suerte de mudarse recientemente (creo recordar), y de su noviete, el pamplinas de Shûichi. A medida que vas leyendo cada uno de los capítulos, vas entrando precisamente en una espiral de situaciones, cada vez más sorprendentes e imposibles, que te arrastran irremediablemente en un juego entre autor y lector que se vuelve macabro en muchas ocasiones. Francamente, no sé quién está peor, si quien idea estas historias y las dibuja, o el que disfruta leyéndolas, pero lo cierto es que hay algo siniestro en todo esto.







No voy a ir de listo y hacer espoiler, pero quédense con esta palabra, caracolense, y prepárense para que las tripas se les encojan. ¡Vaya grima! 


A nivel argumental, la historia tiene mérito, porque pese a que parezca imposible, Ito va rehaciendo el universo creado aportando situaciones diversas a su cada vez más agobiante obsesión. Y aunque en ocasiones los capítulos se precipitan, el leitmotiv de la historia es consistente y persiste con situaciones cada vez más imposibles e inverosímiles, terroríficas y escalofriantes. Aunque siempre vendrá alguno diciendo aquello de que “pues a mí una vez me pasó...” o "yo sé de uno que...".

Gráficamente hay viñetas y páginas impactantes en las que los personajes y los paisajes se pliegan literalmente a la maldición de las espirales. La espiral se vuelve laberinto no sólo espacial sino también mental y llega un momento en el que la historia se torna agobiante y grimosa a más no poder.



Uzumaki es un viaje no al terror sino a su esencia misma, los temores que acechan a los seres humanos y las obsesiones que acaban arrastrándonos al laberinto de la demencia.   

Y para gozarla, aquí queda un documental del maestro en plena acción con algunas páginas de Uzumaki. Totalmente recomendable para unas luminosas y felices vacaciones playeras.













   

sábado, 29 de mayo de 2021

El incongruente: una versión de Rocío Gómez Mazuecos

Como tantas otras veces, que suele pasar, compré este ejemplar por sugerencia de otra persona y, la verdad, debo agradecérselo. Esta versión de la novela homónima de Ramón Gómez de la Serna, que realiza Rocío Gómez Mazuecos es, cómo decirlo en pocas palabras... simplemente deliciosa. Pero vayamos por partes. 

Ramón Gómez de la Serna escribió El incongruente allá en 1922, es decir, casi 100 años. Como ha dicho algún crítico, si este autor fuera francés, inglés, alemán o de cualquier otra lado más allá de los Pirineos, sería considerado un rompedor y un autor de culto, pero le tocó nacer en un país que no respeta a sus talentos, ni ganas que tiene de hacerlo. En cualquier caso, la novela precede en dos años al manifiesto surrealista de André Breton y se enmarca en plena corriente surrealista europea. 

Pero no es de la novela de lo que voy a hablar, sino de su adaptación al cómic de la mano de Rocío Gómez Mazuecos, que le valió el Premio Ciudad de Palma 2018. Rocío, que revela que localizó la novela, después de buscarla por libreros de viejo, en la cima de un montón de libros en la casa vecina de un tío fallecido, hace un ejemplar ejercicio de adaptación traduciendo en imágenes las andanzas y chifladuras del amigo Gustavo que, según nos cuenta, nació a los seis meses de embarazo de su madre "inesperadamente en medio de una ópera" y que estuvo en vida aquejado del mal del siglo, la incongruencia, la cual le hace vivir una vida de lo más interesante. 

Dividida en una introducción y once capítulos, esta adaptación vence, para empezar, por su aspecto gráfico ya que las páginas están realizadas con calcografías (aguatinta y aguafuertes) que le confieren un sabor añejo y unos claroscuros y gradaciones de tintas fascinantes. Otro aspecto es la poética de muchas de sus escenas y, particularmente, de algunas de sus viñetas que encarnan el sabor de la novela y transmiten ese sentido surrealista y onírico que impregna sus páginas. Escarceos, amores imposibles, viajes y encuentros casuales, y, sobre todo, situaciones que transmiten una forma de ser que, a pesar de estar narrada hace un siglo, resultan plenamente modernas... aunque en ocasiones Gustavo se comporte como un pamplinas. Pero eso ya, lo dejo al juicio de cada persona que se sumerja en esta joya gráfica. 






 



viernes, 30 de abril de 2021

Una alemana normal: Irmina, de Barbara Yelin

Toca hoy el turno a una de las novelas gráficas que más me han impactado en los últimos tiempos, obra de una autora fascinante. Me refiero a Irmina, de Barbara Yelin (Astiberri, 2019), que narra la historia de una joven inmersa en los negros años del nazismo, tema tratado por autores y autoras varias desde perspectivas diversas (Art Spiegelman, Osamu Tezuka, Miriam Katin, Marco Rizzo y Lelio Bonaccorso, Pascal Croci, Tsutomu Takahashi, y disculpas por los que me dejo en el tintero). Todos ellos tienen en común que abordan el tema desde el punto de vista del “otro perseguido/ exterminado” pero no desde el de la sociedad alemana que posibilitó la implantación de la maquinaria del terror. Es este el tema central de Irmina, una joven alemana que pese a sus ansias de libertad ("de mayor quería ser capitán y surcar los siete mares") acabará siendo engullida por la maquinaria militar del nazionalsocialismo. 



La historia comienza en Londres, a donde llega Irmina von Behdinger de intercambio desde Sttutgart para aprender mecanografía y poderse ganar la vida como oficinista y emanciparse del papel que la sociedad le tiene asignado como mujer. Pero allí, se dará de bruces con el flemático encorsetamiento y elitismo de una sociedad que la juzga constantemente por su condición de mujer, por querer ser independiente, por extranjera y por alemana, esto es, por nazi. Gracias a Howard, un joven de Barbados que estudia en Oxford gracias a una beca del Hetford College, podrá soñar y sonreír al menos por un tiempo pese a que él también tiene que soportar los prejuicios del ego británico por ser un “darky”, esto es, de raza negra y por ser un “mantenido”. 

En este escenario se va tejiendo el telón de fondo en torno al auge del nazismo y del fascismo, encarnado en Inglaterra por los camisas negras, perceptible en el ambiente, a través de noticias y comentarios contra Irmina, por el simple hecho de ser alemana. "Los alemanes son unos salvajes", le espetará una de las hijas del matrimonio con el que se hospeda. La situación en su país le obligará a regresar ya que su familia no puede enviarle dinero, pese a que encuentra momentáneamente amparo en casa de una señora acomodada, encontrándose a su retorno con la maquinaria del nazionalsocialismo perfectamente engrasada, apisonando la moral de las gentes con grandilocuentes eslóganes sobre la raza y la grandeza del espíritu alemán, exigiendo sacrificios a una población que poco a poco se va creyendo que el fin justifica los medios; una población que se censura a sí misma y que denuncia a sus vecinos cuando se salen del tiesto, puesto que el pensamiento nazional es único y sagrado y viva el Führer y la madre que lo parió.    

Sin embargo, Irmina no desiste en ser una mujer emancipada y esquiva los deberes que como mujer le imponen el sagrado deber que la raza aria exige. Aún quiere trabajar, y lo hace en el Ministerio de Guerra, en Berlín, donde las botas lustrosas marcan el ritmo y poco a poco el ambiente nazistoide irá impregnando detalles cotidianos, primero el saludo (¡Jail Jitler!) y el uniforme, y después las opiniones que poco a poco dejan de serlo. Ella promociona por su valía pero sobre todo por el deseo de volver a Inglaterra, destinada a la embajada para poder reencontrarse con Howard. Lástima que este decida marcharse de Inglaterra sin dejar señas, desapareciendo así de la vida de Irmina, sobre la que el peso de la situación es cada vez más agobiante. 

Y sucede lo que sucede cuando no te rebelas..., te adaptas, y haces del día a día algo cotidiano, y de sus excesos rutina, y de que insulten, apaleen y secuestren y deporten judíos algo normal. Y dejas de pasar de largo, avergonzada o acobardada, a formar parte de la muchedumbre que contempla y jalea el desahucio, igual de avergonzada y acobardada. Es aquí donde se produce el punto de inflexión de la historia, la de esta alemana normal que normaliza una situación anormal a causa de la represión imperante. En ello tiene que ver su matrimonio con Gregor Meinrich, a quien conoce en una aburrida fiesta. Arquitecto del Reich, miembro de las S.S. y, por tanto, culpable de los hechos ocurridos contra la población judía, contra la que atenta en sus escarceos nocturnos, que Irmina conoce y acaba tolerando y normalizando. "La ira del pueblo ha devuelto el golpe", justifica Gregor a Irmina sin esta aceptarlo. Y cuando su marido marcha al frente, lo entiende; y cuando se habla de los trenes de judíos que van al Este, conoce cual es su destino; y cuando su hijo pequeño le pregunta “¿qué son los judíos?”, ella acaba respondiendo: "Los judíos son nuestra desgracia".

Irmina forma parte de la sociedad alemana pasiva que toleró los excesos del nazismo; aunque mirara para otro lado, fue cómplice de lo que pasó. Y le atormenta saber que lo es; y le atormenta saber que está perdiendo su libertad, a su marido y posiblemente su futuro. Porque todos sus sueños se han visto frustrados y ha acabado siendo lo que no quería, una más al servicio de algo que detesta pero de lo que irremediablemente forma parte. 



La muerte de su marido le sorprende junto a su hijo en el campo. La historia sigue pero no la vemos, retomándola años después, cuando Irmina es una mujer madura que trabaja como secretaria en un colegio, en una Alemania moderna. Entonces recibe una carta procedente de Barbados y sus ojillos arrugados brillan. Es Howard, ni más ni menos que Gobernador. Ella acude dichosa, esperando no se sabe muy bien qué, si bien se encuentra con un hombre que ha perdido la chispa de antaño y cuyo planazo de sábado noche es sentarse en un sillón a ver un partido de criquet. Irmina queda decepcionada al no ser atendida por un hombre demasiado ocupado con las labores de su cargo pero sobre todo por estar casado. Apesadumbrada y decepcionada se sorprenderá, no obstante, al descubrir que la hija de Howard se llama como ella y que esta la tiene idolotrada. Al final, aquel amor de juventud dejó semilla de algún modo. Y es en una conversación con ella, en una fiesta, cuando Irmina hija hace ver a Irmina la realidad de su pasado: "Toda esa destrucción, ese sufrimiento. ¡Los terribles nazis!". Entones, "la osada Irmina", como la conocía Howard, no es capaz de reconocer que ella fue una de ellos...  

Irmina es una historia de sueños, de decepciones, de miedo y desesperanza, pero también de redención, que ahonda en la esencia misma de la sociedad que permitió la barbarie y, peor, fue cómplice de ella. 

El trabajo de documentación de Barbara Yelin es espectacular y palpable en infinidad de viñetas. No sólo la ambientación de los escenarios y las calles, o la indumentaria (vestidos y trajes de civil, uniformes, etc.) sino la infinidad de referencias a carteles, panfletos, eslóganes, emisiones de radio, etc. que conformaron la rayante propaganda del Reich hasta hacer que las soflamas del gran Dictador entraran en los hogares e impregnaran el papel de las paredes. Un Hitler cínico que animaba al pueblo a comer los domingos, como él, potaje, algo de lo que se burla Irmina y casi le vale una denuncia de una amiga ante la Nationalsozialistische Frauenschaft. Así estaban las cosas. Pero si algo sobrecoge en esta novela gráfica son las escenas de muchedumbre de esa masa nazi que apisona al otro, que lo destruye y aniquila. Para muestras la secuencia que va de la página 184 a 193. ¡Brutal!

Barbara Yelin, que ya había sorprendido gráficamente con Veneno, con guion de Peer Meter (Sinsentido, 2010), añade en esta historia el color a su trazo de lápices y tinta. Un color en el que predominan los tonos fríos (azules, grises, verdes) y que hacen que destaque más la ostentación del cromatismo nazi; ese rojo en el que luce la gamada encerrada en círculo blanco; esa marca de un ganado que se convirtió en lobo.  











lunes, 15 de marzo de 2021

Un tal Daneri, de Carlos Trillo y Alberto Breccia, o "esta noche no es para andar por estas calles"

Hay historias que son como una hostia, que la recibes sin intuir de dónde cae; que la encajas con la resignación de quien es apaleado y no reacciona... es más, sigues deseando que te caiga otra. Así de masoca te has levantado esa mañana. Y es que Un tal Daneri, de Carlos Trillo y Alberto Breccia es un guantazo tras otro, viñeta a viñeta, página a página, en las oscuras y silenciosas calles de la nochemadrugá del barrio de Mataderos, Buenos Aires, en la Argentina de la dictadura, donde un personaje de inspiración borgiana, de oscuro pasado y más oscuro presente, se ve inmerso en tragedias en las que no faltan ajustes de cuentas, venganzas, traiciones y algún que otro acto de cobardía. 



El relato de Trillo va al grano, sin medias tintas, a la confrontación directa y a malas caras. Y el dibujo, el arte, de Breccia da forma a ese ambiente cargado y mal ventilado, de antros y callejuelas de mala vida. Tinta y collage de aspecto sucio, borroso, abocetado, de marcadas sombras y luces, "y todo a media luz", dan la nota de un hábitat hostil y malhostiado en el que en cada vuelta de esquina o en cada encrucijada puede esperar la muerte. 



Iba a escribir más en profundidad sobre este álbum, pero me decanto por dejar escrito lo que se dice en la contraportada del mismo:

"Daneri es una suerte de detective que supo ser importante en otro tiempo y que ahora deambula por calles regadas de tristeza, desesperanza y violencia rigiéndose por su particular código moral. Testigo y cómplice de trágicos equívocos y extrañas paradojas, se ve envuelto en historias en las que destino y muerte, amor y venganza, coraje y cobardía se entrelazan, difuminando sus fronteras".

Para más señas, dejo aquí este enlace con una buena crítica (Un tal Daneri).

Estos relatos, publicados entre 1974 y 1978, son un ejemplo del mejor género negro. La edición de ECC comprende un prólogo de Álvaro Pons ("Todos los destinos en una viñeta"), ocho episodios y un cuaderno de bocetos del último de ellos, "Ojos dorados".

Cuando en apenas cuatro, cinco o seis páginas se consigue describir todo un mundo, es que se es muy grande. 

P.D. No sé por qué, pero al escribir sobre esta obra me ha sonado en la cabeza "Esta noche no es para andar por estas calles", de los míticos Barricada. Hay que joderse. 












martes, 16 de febrero de 2021

Reverberación, de Tsutomu Takahashi, manga a ritmo de rock ´n roll

El argumento es, en apariencia, sencillo: un muchacho llamado Satoru es vecino de anciano, llamado Segawa, que resulta ser un ex miembro de la yakuza y que cuenta con varios cadáveres en su haber. El hombre está en las últimas y pide al joven que le mate a cambio de una suma de dinero, cinco millones de yenes -que no sé cómo andan al cambio- y el compromiso de entregar donativos a las familias de las víctimas. Satoru, que se muestra reticente a darle boleto al ex mafioso, finalmente accede a pegarle un tiro. A partir de aquí, todo se precipita, en especial en el momento que se dirige a la sede del clan yakuza Dojo donde es secuestrado por un tipo con un pequeño problema de sociopatía y es ayudado por Daigo, una joven morena de pestañas largas que resulta ser un travestí. Entre este y Satoru surgirá una relación amor-odio, sobre todo cuando consigan salir de las entrañas del clan y de su desalmado jefe.















Hasta aquí el primer tomo de esta miniserie de tres números, de este mangaka aclamado por trabajos como Neun que, como Reverberación, está publicado por Norma Editorial. 

Takahashi, en cuyo estudio trabajo Tsutomu Nihei, es un autor gráficamente muy interesante cuya obra se caracteriza por su expresividad, los ambientes cargados e intensos y un dinamismo a base de baquetas de rock n´roll. Y es que él mismo se expresa de este modo en el documental que le dedica Naoki Urasawa, padre de Monster, y que enlazo aquí. En él, el maestro revela el método seguido en la elaboración de algunas de las páginas de Reverberación. Todo un disfrute para los y las amantes del  buen cómic:




A disfrutar,,,

  


sábado, 6 de febrero de 2021

Revista cultural El Mono, febrero 2021

Cuando Alberto me propuso participar como portadista del número de febrero de la revista cultural El Mono, lo reconozco, se me pusieron de corbata. El nivel era alto, dado que la portada de la revista viene acogiendo a muchos de los nombres más significativos de la ilustración y el dibujo. Todo un reto. Pero para eso están. 

"El aire en movimiento", ahí es nada. 

Además, en las páginas interiores se publica una entrevista a Altu y a un servidor en la que hablamos del proyecto Sacamantecas y de nuestras cosicas. 

A Alberto y al equipo de la revista, gracias!!! 


Revista cultural El Mono, 86 (febrero de 2021)


Proceso de una portada

En un primer momento asocié el aire en movimiento con la música de instrumentos de viento y me salió el boceto de una especie de alocada Monkees Blues Band. 




Después me pregunté, ¿y por qué no en vez de música, salen de los instrumentos pompas de jabón?, que también tienen que ver con el aire en movimiento y se producen por aire soplado. Mmmm... Así que aislé a uno de los monos tocando una trompeta y sacando pompas de jabón





Pero entonces me acordé que durante el confinamiento vi en una ventana a un niño haciendo pompas de jabón y mirando cómo se perdían por el horizonte. Qué mono, ¿no? Y claro, dos más dos, cuatro. 



Así que empecé a desarrollar la idea de un mono haciendo pompas de jabón. Se producen, como digo, por aire soplado y una vez en el aire son libres de ir donde las lleve el aire. Esta idea de libertad, de ir donde a uno le lleve el aire me parece muy sugerente en los tiempos que corren (anhelada libertad de movimiento), en los que por cierto, nos falta el aire tanto por las mascarillas como por la incertidumbre de qué va a pasar.

La pompa de jabón, además de libre, es frágil ya que puede reventar en cualquier momento. ¿Alusión a los tiempos actuales?

Otra idea sugerente, que además encaja con el logo de la revista, que es circular, es que las pompas juegan con él. El logo puede ser una pompa más. Pero también gravitan en torno al mono como si fueran planetas, los cuales, vaya qué casualidad, "flotan" y se mueven por el aire. 

El monaco, que no se sabe si hace pompas de jabón consciente o inconscientemente, como el burro que sopla y hace sonar la flauta, está a su vez contenido en una pompa de jabón, a modo de burbuja. ¿No estamos todos en una especie de burbuja a causa del puñetero virus que, por cierto y según lo dibuja, es circular?

En un principio, iba a poner al mono de perfil delante de una garita de las murallas, en un guiño a Iruña Sumergida, pero me resultaba demasiado material y agarrado a la tierra cuando la idea era la de algo liviano y flotante, de ahí el fondo blanco. Esto del fondo blanco es importante porque la portada que me salió era oscura como un túnel. 

Las pompas iban a ser azules en plan "feel in blue" pero un día salió un arco iris y me dije, ¿por qué no? No está de mal algo de color en este invierno tan gris. 

Así que un mono haciendo pompas de jabón para la portada de la revista cultural El Mono dedicada al aire en movimiento me parecía algo, no sé, muy mono. De manera que lápiz, tinta, aguada, acuarela, la magia de photoshop y ahí está. 

Nos vemos.