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"La televisión ha hecho maravillas por mi cultura.
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viernes, 28 de mayo de 2010

LOS MANGAS, OH LA LA, LOS MANGAS (I)

Pamplona, 27 de mayo de 2010
Y llegaron los Mangas, que me tuvieron entretenido una larga década. En los respectivos número 12 de Tigre Wong y Drunken Fist, de los que ya hablé otro día, se nos introdujo a una generación de jóvenes en las historias made in Japan que, a la larga, centrarían nuestra atención. Las historias que se presentaron entonces fueron tres: El Puño de la Estrella del Norte, Grey y Crying Freeman. Como es lógico, me hice con ellas en cuanto mis padres se distrajeron un poco, pese a aquella mención expresa en las portadas -PARA ADULTOS- que resultaba, sin embargo, tan tentadora.
Es cierto que pasar de Mortadelo y Filemón a las páginas del Puño de la Estrella del Norte puede ser un pelín fuerte, lo reconozco. Es como pasar del agua al wiski sin meterse antes un par de cañas al body. Pero es que cuando vi la portada aquella en la que salía un tipo cachas, a lo "denim and leather" que dirían los Saxon, pues claro, me impresionó. Y es que de los agentes de la TIA, a los cuales, no obstante, respeto y admiro, al bestia parda de Ken, pues hay un trecho. Sólo hay que recordar cuando le endiña a Zeed "Los cien puñetazos de la Estrella del Norte" y el tío revienta. Es muy heavy. Bueno, cien, cien no le da, pero si los cuentas hay unos 22 guantazos, los dos patitos, y esos, bien encajados, tumban a cualquiera. La serie, por desgracia de editores, quedó en el aire, aunque se publicaron 8 números que, en cierto modo, comprenden dos historias que, más mal que bien, resultan apañadas para adentrarnos en el salvaje mundo madmaxiano creado por los autores, Buronson -uno de los seudónimos de Yoshiyuki Okamura- y Tetsuo Hara. Con el tiempo se publicó la serie completa en tomos, serie que yo no seguí. A Buronson me lo encontraría con el tiempo en Santuario, con otro seudónimo -Sho Fumimura-, con dibujo de Ikegami. Mientras, con Tetsuo Hara no volví a coincidir. Una pena.
Aquella era la época post-Akira, que nos cogía muy pequeños, siendo mentes fáciles de manipular con cualquier argumento que presentase acción y un poquito, aunque fuera un poquito, de sexo. Akira, como dejó dicho esa gran poetisa, "la lió parda". Mientras que la Disney elevaba el nivel de glucosa en sangre, en la gran pantalla la obra maestra de Otomo ponía Neo-Tokio patas arriba con una animación y una banda sonora de lujo. Yo no la vi en el cine, de donde muchos padres salieron ofendidos por aquello de "mire-usté-que-a-mí-me-habían-dicho-questa-peli-era-de-dibujos-y-en-ella-mi-niño-ques-un-tierno-infante-del-Redín-ha-visto-una-teta". Pues sí, pues sí, se ve una teta. Yo no la vi en el cine -no la teta, sino la película- ,sino años más tarde en un taller de cómic de la Casa de la Juventud, en Pamplona, un sábado dichoso por la mañana en el que nos tocaba proyección. Entonces no la entendí, cosa que hice al verla una segunda vez, con algún añito más y después de haber leído a Buckowski (si es que se escribe así), que ya se sabe que el referido amuebla mucho la mente; bueno, cuando no raya.
De los manga de aquella época me quedo con los de Ikegami, que nos mostraban un universo de mafiosos del Japón, de esos que hacían lo que les venía en gana porque ellos eran los más malotes del mundo y punto. ¡Ay, aquellas féminas que desfilaron por sus páginas... aquellas extorsiones... aquellos disparos en el callejón de un prostíbulo...!, en fin, añoranza y nada más que añoranza. Hablo en concreto de Crying Freeman y de Santuario. Ambas historias se publicaron incompletas, para variar. De la primera de ellas, con guíón de Kazuo Koike -sí, el del Lobo solitario y su cachorro-, no obstante, hay que decir que guarda una cierta unidad por lo que puede entenderse como historia independiente. Es más, llegó a hacerse una película, "Crying Freeman. Los paraísos perdidos", protagonizada por Mark Dacascos que, aunque difícil de creer, pega y todo en el papel.
Iniciado en el mundo Ikagami, no dejé escapar Santuario, que adquirí con verdadera devoción en ese otro santuario llamado TBO. La verdad es que la historia del yakuza Akira Hojo y del político Asami, a quienes les une un duro pasado, me cautivó desde el primer momento. El argumento tiene todo lo que cabe esperarse de este tipo de historias, y la verdad es que los "buenos" son en realidad dos pedazos de la gran puta capaces de hacer de todo para conseguir sus objetivos. Sin embargo, no dejaban de tener su atractivo, aunque quien en realidad molaba era el macarra de Mr. Tokai, un yakuza rival, guaperas, más chulo que un ocho, tan cabronazo o más que los otros pero que en el fondo resultaba gracioso, y hasta entrañable, más que nada por lo bestia -vaya, esta reflexión me ha producido una cierta inquietud acerca de mi escala de valores-. Como otra de tantas, aquella historia se concluyó con nueve números, cuando la trama estaba en su mejor momento. Con los años volvería a editarse, en otro formato, y completa, pero yo ya estaba a otras cosas.
También me quedo con Grey, del que me gustó la historia, en un mundo postapocalíptico algo más sofisticado que el del Puño de la Estrella del Norte, pero igualmente duro y miserable. Su dibujo esquemático, reducido a lo esencial, y la acción sin tregua, viñeta a viñeta, que casi quitaba la respiración, me tuvieron en vilo una buena temporada. Además, cosas que pasan, esta serie se publicó completita en 9 números. De su autor, Yoshihisa Tagami, se editó más adelante Horobi, que pintaba bien hasta que dejó de pintarse, digo, editarse.
El marketing del manga estaba que echaba humo y, en los diferentes números de las diferentes historias se nos iba informando de nuevas aventuras, de nuevos personajes y de nuevos dibujantes, cuyos nombres nos comenzaban a sonar de lo más familiar, y que resultaban de lo más tentador: Kamui, Xenon, The Gost in the Shell, Baoh, Mai, Alita, y, por supuesto Dragon Ball y Los Caballeros del Zodiaco. Yo, de la lista de los reyes godos, lo reconozco, nunca pasé de Turismundo -que es como el cuarto o quinto- pero en cambio sí que me aprendí de carrerilla los nombres de los guionistas y dibujantes mangas del momento con una facilidad pasmosa: Kazuo Koike, Ryochi Ikegami, Buronson, Tetsuo Hara, Yoshihisa Tagami, Sanpei Shirato, Masaomi Kanzaki, Masamune Shirow, Akira Toriyama, Katsuhiro Otomo, o Masami Kurumada.
De aquellas adquirí varias colecciones, como Kamui, con dibujos y guión de Sanpei Shirato. En realidad se trata de la tercera parte (creo) de una serie de, claro está, tres partes, pero mantiene una gran unidad argumental, de manera que puede considerarse una obra completa. Y lo cierto es que esta sí que me dejó flipando en colores. Sobre todo porque con su lectura y disfrute me reconcilié con el lado oscuro de la fuerza nipona, los ninja, que en el guerrero americano los ponían muy malamente y, en cambio, en la obra de Shirato, los humanizan y llenan con mil matices. El prota es un ninja renegado que decide dejar la organización para dedicarse a una mejor vida. Por supuesto, "los malos" no se lo van a permitir y le atacan de todas las formas, hasta el punto de no poder confiar en nadie. Es una historia trágica y quien quiera algo ligerito mejor que no se sumerja en sus páginas. El dibujo es muy expresivo y ayuda a crear el climax necesario que, la verdad, llega a cotas elevadas en muchos momentos. Totalmente recomendable, si a uno le gustan las buenas historias y, al menos algo, el género katanero.
Otra buena historia que no se completó fue Xenon, el guerrero heavy metal, una pena, la verdad. Obra de Masaomi Kanzaki, del que luego compraría Ashguine, me causó desazón la primera vez que la leí. Fue de prestado y, francamente, la devoré. La historia de Asuka Kano, un joven de instituto nipón al que someten a un experimento en el que le implantan un cuerpo biónico, vamos, el sueño de cualquier adolescente, me gustó y me gusta en la actualidad. A decir verdad, lo que me gustaba era que el prota podía hacer casi de todo y, por supuesto, partirle los morros a los chuleras del insti. Tiene algo del género "colegial", de ese repleto de amoríos estudiantiles -aunque no a lo Video Girl Ai-. La niña de la historia es Sonoko, bastante maja, que tiene una amiga algo cargante llamada Risa, pero está claro que a Asuka quien le gusta de verdad es el pibón de Yoko, que además comparte con el prota la suerte, o desgracia, de poseer unas piernas biónicas. Están también el abuelo de Sonoko, que es científico y ayudará a Asuka, el matón de instituto Ryuji, y el malo malísimo de la historia, Mr. Tono, un empresario que negocia con experimentos cibernéticos.
No he sido un gran lector de mangas, ni pretendo dar esa imagen. Son muchas las historias que no he leído, y quizá pocas las que han caído en mis manos. Faltan aún muchos títulos y muchas historias. De estas hablaré otro día que por hoy, ya es suficiente. Dejo aquí, sin embargo, un recuerdo gráfico de aquella época con el que seguro más de uno se identificará.

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